La infortunada respuesta del titular de la Cámara de Senadores a la exhortación de la Conferencia Episcopal Boliviana, en sentido de optar por la alternancia del poder a favor de la democracia, efectuando una patética parodia en contra el status del Santo Padre, es un exabrupto más al que nos tienen acostumbrados algunas autoridades del Gobierno.
Sin embargo, en principio le recordamos fraternalmente a esta autoridad que su actual función como representante del Poder Legislativo se encuentra limitada por el rígido cumplimiento constitucional, que le señala en forma precisa la Asamblea Legislativa en el marco del Art.158 de la CPE y sus 23 atribuciones, como modelo de imparcialidad, ecuanimidad y neutralidad, hasta el inexorable momento en que deje sus funciones; es decir, apartado de cualquier postura e interés partidario.
Estamos seguros de que para tal misión, a dicha autoridad le falta tiempo, en el proceso de fiscalización y elaboración de leyes y normas, particularmente para la autocrítica, ya que siendo lo más caro, la pérdida de la misma es el mayor de los derroches.
Pero consciente o no (al margen del penoso lapsus cometido), es pertinente recapacitar a la autoridad por la insensatez de comparar el reducido cometido de un partido político de índole cualquiera, con la misión universal de la Iglesia católica, lo cual es un contrasentido que ni siquiera merece un común análisis. Y se lo debe ilustrar, al mismo tiempo, sobre que los representantes de la Iglesia, el actual Santo Padre o los anteriores, no son ni fueron vitalicios como sujetos, ya que la misión suprema de la Cátedra de San Pedro en la búsqueda de la paz mundial es pacífica y “vitalicia”, además de no precisar “alternancia” en la búsqueda del perdón, la no violencia en beneficio de los DDHH, particularmente en contra de la herejía.
No cabe duda que la exhortación de la CEB para que el Gobierno de turno practique la alternancia democrática está fundamentada, incuestionablemente, en las funestas experiencias de gobiernos en nuestro continente (casos Somoza, Duvalier, Stroessner, Castro, Perón, etc.), que convirtieron sus cargos en vitalicios, delegando insólitamente en algunos casos a sus esposas e hijos el poder político, lo cual lleva a deducir una nueva amenaza de “reproducción epidémica” en nuestro país; al margen del principio bíblico de que el abuso de poder conlleva inevitablemente a despotismo, tiranía y corrupción.
Recordemos a dónde llevaron aquellos gobiernos -enemigos del pluripartidismo y la democracia- a sus pueblos, que no fue precisamente a donde prometían, desembocando todos en abrumadoras dictaduras de partido que para mantenerse en el poder tuvieron que derrochar la poca o mucha riqueza de sus países, invocando el interés social. Se convirtieron tácitamente en gobiernos de facto, cuya “clave del éxito” fue y es la abrogación, derogación y reforma de leyes, como de la propia CPE, quebrantando derechos políticos, garantías y libertades, especialmente de expresión, conciencia, etc. y que no sean dirigidos a “control remoto”.
Curiosamente, los ataques a la Iglesia Católica y sus miembros por parte de epígonos del Gobierno, han adquirido en la presente etapa una ferocidad mayor, no obstante haberse mostrado éste muy obsequioso cortesano y sumiso durante la reciente visita del Papa a nuestro país.
En conclusiones, simplemente les recordamos a políticos y magistrados que errar no es pecado, siempre que entiendan la lección.
El autor es abogado.
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