Cristhian Jaime Titichoca Guzmán
Durante muchos siglos no se consideró a la infancia como una etapa importante en la vida del ser humano. La sociedad no tomaba en cuenta que las niñas y niños menores de seis años tenían necesidades diferentes a las de los adultos y que precisaban de una atención especial. No ha sido sino hasta mediados del siglo pasado que se los considera, adoptando las medidas necesarias para protegerlos y dotarles de los medios posibles para favorecer su desarrollo integral (educación infantil, nutrición y salud).
La educación infantil reviste una especial importancia en los primeros años de vida de niñas y niños, que son determinantes para el desarrollo armonioso, tanto físico y psicológico como para la formación de las facultades intelectuales y el desarrollo de su personalidad.
Para que la infancia boliviana pueda desarrollarse plenamente dentro de su contexto social y teniendo en cuenta la gran incidencia del entorno en los primeros años de las niñas y niños, es necesario ofrecerles una educación infantil de calidad.
El comienzo de la educación infantil en la sociedad fue puramente asistencial y surgió como respuesta a este problema, sin que existiera en sus inicios una clara intención pedagógica. Surgieron de esta manera las denominadas “guarderías” en los centros de trabajo y que en la actualidad se mantienen en la gran mayoría de las instituciones públicas y privadas. Las “guarderías” son un claro ejemplo del modelo asistencial, ya que centran su actividad en la guardia y la custodia durante el horario laboral de los padres o tutores y se ocupan de la alimentación, higiene, vigilancia y cuidado de las niñas y niños. Lo lamentable de este modelo de educación infantil es que entre sus características básicas resaltan la falta de intencionalidad educativa y la carencia de una adecuada sistematización pedagógica.
En la actualidad los diferentes gobiernos municipales, departamentales y el central dan preferencia a la construcción de infraestructura pública recreativa (parques infantiles), porque los resultados son más visibles y al final la población vota por lo que ve en el corto plazo, si bien el derecho al juego y al esparcimiento es reconocido por la “Convención de los Derechos del Niño” y por el Decreto Supremo Nro. 4.017 del 11 de abril de 1955, “Derechos del Niño Boliviano”. Pero solamente priorizando planes, programas y proyectos de mejoramiento de la calidad de la educación infantil se contribuirá de forma decisiva a luchar contra las desigualdades sociales para poder “vivir bien”.
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