El Gobierno, dadas las dificultades económico-financieras, especialmente debido al menor ingreso de divisas por las bajas en los precios del gas, ha visto, finalmente, que la economía nacional no es tan bonancible como la propaganda oficial señalaba. Hay necesidad, pues, de vivir realidades y esto sólo será posible si existen políticas de austeridad en los gastos, especialmente evitando los dispendios, las adquisiciones inútiles y fuera de lugar, la concepción de proyectos como “una planta nuclear” que estamos muy lejos de necesitar los bolivianos o la adquisición de aviones y pertrechos militares que no le hacen falta al país y menos a las fuerzas armadas que, en todo caso, no sabrían en qué emplear.
Medidas de carácter urgente se debe encarar si efectivamente se busca enfrentar la crisis: austeridad radical en los gastos gubernamentales, prohibir contrataciones de burocracia que el Gobierno no necesita, porque con la que tiene es más que suficiente; suspender la construcción de obras faraónicas que el país no precisa y cuyo costo es desmedido desde todo punto de vista; suprimir la intención de pagar un segundo aguinaldo, si es que no se quiere destruir al capital privado y no endeudar más al país para pagar ese sobresueldo a la burocracia gubernamental, que se lo haría con préstamos obtenidos en la banca comercial o en instituciones financieras internacionales; dar dinamismo al sector privado; frenar los excesivos incrementos de intereses por préstamos que otorga la banca privada; ejecutar proyectos de inversiones del Estado, pero que sean rentables y no dineros a pozo sin fondo; adoptar políticas prudentes en relación con las demandas salariales y evitar que la inflación adquiera mayores proporciones debido al alto costo de vida.
Si el Gobierno se propone, con franca actitud de cambio tantas veces pregonada desde el año 2006, será posible superar la crisis; pero acrecentarla con medidas contrarias al sentido común, no dará ningún resultado y, al contrario, agravará la situación, endeudará más al país, abrirá las compuertas de mayores exigencias sociales y determinará que el costo de la “canasta familiar” aumente hasta proporciones nunca vistas; en otras palabras, puede llegar a promover un proceso hiperinflacionario de funestas consecuencias.
Será preciso, por otra parte, que las garantías para las inversiones sean efectivas en todo sentido y que desaparezcan las cuasi-amenazas para expulsar a ONGs que prestan servicios al país, no tomar medidas contra empresas que trabajan y contribuyen a crear riqueza y generar empleo; impedir que la demagogia y el populismo encuentren nuevos focos de inquietud, desconfianza y hasta reacciones de sectores que vean afectados sus intereses, cual es el caso de las invasiones a las áreas protegidas por parte de quienes tienen interés en explotar hidrocarburos.
Es mucho y práctico, honesto y responsable lo que tiene que encarar el Gobierno; no hacerlo implicará acrecentar los problemas existentes y crear nuevas corrientes que podrían adquirir tintes graves.
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