(ABC).- Decenas de bustos y estatuas descansan en el suelo de una sala del Museo Nacional de Damasco. Esperan su turno para ser debidamente clasificadas y embaladas para acabar en una de las miles de cajas que las autoridades guardan en lugares secretos repartidos por la capital.
“Son piezas extraídas de tumbas de Palmira que las mafias llevaron a Líbano y la Policía logró recuperar. Las devolvieron a Siria y ahora tenemos que ponerlas a salvo. Sólo los libaneses cooperan con nosotros, Jordania, Irak y sobre todo Turquía son autopistas para el tráfico del patrimonio sirio”, lamenta Mayassa Deep, responsable del equipo de arqueólogos que cada día trabaja en la clasificación de las piezas que van llegando desde todos los museos de Siria o que recupera la Policía.
Estatuillas procedentes de tumbas de Palmiras, devueltas por la Policía de Líbano, en espera de ser llevadas a lugares secretos para su protección
Mayassa fue alumna en la universidad de doctor Mamum Abdulkarim, máximo responsable del plan nacional para salvar el patrimonio. “Choques armados, excavaciones ilegales y tráfico ilegal son nuestros tres mayores enemigos”, afirma con rotundidad el doctor, cuya primera decisión al aceptar el cargo fue ordenar el cierre de todos los museos y el transporte de las piezas a Damasco y a otros puntos de la costa mediterránea bajo control del régimen. La segunda medida fue mantener su red de 2.500 colaboradores e insistir en que, por encima de diferencias políticas, «el patrimonio es de todos y hay que cuidarlo. Por eso trato de neutralizar las diferencias para mantener la colaboración en las zonas en manos de los grupos armados de la oposición”.