Misa de despedida
• El Museo de Arte de Filadelfia fue testigo del más grande evento vivido por los católicos en los últimos tiempos • Antes de su partida, planteó la protección del medioambiente, consoló a las víctimas de abuso sexual por parte de sacerdotes y ofreció palabras de esperanza a los prisioneros de una cárcel local
Ayer, domingo, el papa Francisco se despidió de Filadelfia, en la última etapa de su gira por EEUU, con una advertencia sobre el “desafío urgente” que plantea la protección del medioambiente, la “casa común”. Decenas de miles de personas llenaron la gran avenida B. Franklin Parkway de esa ciudad, para asistir a la misa.
Según relato de las agencias internacionales de noticias, la misa fue un vibrante cuadro de oro, verde y blanco iluminado por el sol de la tarde otoñal. Fue el último evento en la agenda de Francisco, antes de regresar a Roma.
“La fe crece con la práctica y es plasmada por el amor. Por eso, nuestras familias, nuestros hogares, son verdaderas iglesias domésticas. Es el lugar propio donde la fe se hace vida y la vida se hace fe”, dijo en partes sobresalientes de su homilía.
Con la frase repetida por los confines que visita, dijo adiós pronunciando: “Les pido que recen por mí. No me olviden”.
Dejó como enseñanza que “todos deben mantenerse abiertos a los milagros del amor, por el bien de las familias de alrededor del mundo”.
Francisco agradeció, en inglés, a los líderes eclesiásticos y demás personas en Washington y Nueva York por el trabajo que realizaron para organizar su viaje. Señaló: “Los días con ustedes se me han hecho cortos, pero han sido para mí días de mucha gracia y pido al Señor que también lo hayan sido para ustedes”.
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