Cazas rusos volvieron ayer a atacar objetivos en Siria, oficialmente yihadistas, aunque grupos opositores al régimen de Bashar al Asad aseguran haber sido víctimas de esos bombardeos, mientras que militares rusos y estadounidenses intentaban mayor coordinación para evitar incidentes en el espacio aéreo de ese país en guerra.
El presidente ruso Vladimir Putin descartó, sin embargo, las acusaciones de que los ataques del miércoles mataran a civiles y las calificó de “guerra informativa”.
Rusia, uno de los principales apoyos de Asad en el mundo, anunció que sus últimos ataques alcanzaron cuatro objetivos del Estado Islámico, que controla amplios territorios de Siria e Irak. Moscú anunció la destrucción de una base “terrorista”, así como de un depósito de armas, un centro de comando y una fábrica de coches bombas.
Pero, según una fuente de seguridad siria, los ataques iban dirigidos contra el llamado Ejército de la Conquista, coalición rebelde que incluye el Frente Al Nosra (rama de Al Qaida en Siria) y tiene a EI como principal enemigo.