La demanda planteada ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya por Bolivia en contra de Chile, exigiendo un diálogo de buena fe para solucionar el centenario conflicto marítimo, tendrá que recorrer un largo camino lleno de escollos, hasta concluir con un veredicto final, pero no sabemos cuándo. Entre tanto los tiempos cambiarán y algunos protagonistas de la historia también. Es que nada permanece inmutable.
Que la CIJ haya admitido su competencia, en el caso boliviano-chileno, no significa que los bolivianos ya hayamos recuperado nuestra cualidad marítima, sino que ha marcado el inicio del litigio, en los estrados de ese ente jurídico. Lo prioritario es la cuestión de nuestro encierro geográfico. Es que la demanda que presentó Bolivia en La Haya se funda, particularmente, en ese asunto, cuyo origen data de 1879. Obviamente existen muchos otros temas pendientes a tratar con Chile, como señalara el ex canciller boliviano Armando Loayza (EL DIARIO, 27 de septiembre de 2015). Pero lo esencial por ahora, reiteramos, es aquello que está en el tapete del debate internacional.
¿Y qué nos espera, luego de la decisión de la CIJ? Una dura batalla en los ambientes de la justicia internacional. La diplomacia boliviana tendrá que desplegar una labor con mucha destreza a fin de posibilitar el supremo objetivo que se entiende por Mar para Bolivia. En caso contrario, quedaremos nuevamente defraudados.
Chile cree que vamos afectar su territorio con un fallo favorable a nuestras pretensiones marítimas, del tribunal de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Pero no es así. Bolivia ni ha soñado con esa posibilidad, es que jamás ha invadido ni ocupado territorio ajeno, ni sola ni en complicidad con fuerzas extra continentales, sino que fue agredida por la codicia del expansionismo anglo – chileno, cuyo objetivo era saquear los recursos naturales de nuestro territorio costero. Lo hizo hasta vaciar el cobre de Chuquicamata, que correspondía a territorio boliviano.
Bolivia es un país pacifista por esencia. Por ello cree en el diálogo y cultiva, por consiguiente, la cultura del diálogo. Al respecto un canciller movimientista ha escrito: la “interacción con nuestros interlocutores en el seno de la comunidad internacional está expresado en la búsqueda de soluciones pacíficas y concretas, de soluciones a través del diálogo”. He ahí las palabras del canciller Guillermo Bedregal Gutiérrez, insertas en su libro “Diplomacia. Integración. Política” (editado en 1988, véase las páginas 20 y 21).
La decisión asumida por la Corte Internacional de Justicia, declarándose competente en el litigio boliviano-chileno, debemos recibirla con humildad, sin triunfalismos, pero en unidad nacional, hasta lograr la recuperación de nuestra soberanía en el Pacífico. Hasta que Chile nos diga ¡sí! Dios nos ampare, hasta entonces.
Hemos visto a una justicia internacional sin ataduras con los intereses de la oligarquía chilena y menos identificada con los objetivos políticos del expansionismo, que hace aproximadamente 130 años ocupó violentamente nuestro territorio costero, para saquearlo hasta el agotamiento. Una agresión que marcó el enclaustramiento boliviano, funesto para los propósitos de desarrollo nacional.
En suma: Chile debe abrir la puerta al diálogo.
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