La presencia del ex-presidente Carlos Mesa en Santiago durante la semana que concluye, ha sumado otro éxito a la diplomacia nacional de retorno al mar. Se cuestionará el término de “diplomacia”, pero Mesa, al comunicar y responder con solvencia ante un periodista hábil y perfectamente instrumentado como Juan Manuel Astorga, ha provocado un hecho diplomático evidente, porque de lo que se habló fue no sólo de la admisión de la demanda boliviana en La Haya que es algo netamente jurídico, sino de temas históricos y hasta políticos que hacen a las relaciones entre Bolivia y Chile.
Queda a la vista que el debate -o entrevista- montado el martes pasado en la Televisión Nacional de Chile, tenía como objetivo si no debilitar la posición boliviana a nivel internacional, por lo menos ponerla en duda. Y fundamentalmente mostrar a la población chilena que no existía ningún triunfo diplomático de Bolivia, que todo era algo exagerado y mediático. Pensamos que si esa fue la intención en Chile, les falló el cálculo porque resultó un bumerán. Lo que dijo Carlos Mesa y lo que calló fue inobjetable.
Es muy importante para el actual Gobierno y una acertada decisión de S.E. haber logrado la colaboración de personas como Carlos Mesa y Eduardo Rodríguez Veltzé, por citar sólo a los dos, porque se tiene que diferenciar, finalmente, entre lo serio y lo lúdico. Entre la templanza y la estridencia. Se tiene que hacer diferencia entre lo que es comunicar y actuar con serenidad y precisión de cara a un público crítico y exigente, y el fácil expediente de quien malinterpreta la historia, cae en actuaciones teatrales, en busca de aplausos fáciles en auditorios ignorantes o infantiles. En Bolivia nos hemos acostumbrado, en los últimos años, a regalar vítores y palmoteos a quienes más agreden, mienten y ofenden. Eso está bien para hacer propaganda política en foros de menor cuantía y con público a favor, obediente, sin debate, pero no sirve para nada si se trata de puntualizar verdades donde un error histórico, una invención alegre, un dato falso, puede ser el sitio vulnerable para que el flechazo adversario hiera sin remedio.
No cabe duda de que Juan Manuel Astorga de TV Chile buscó resquicios por donde encontrar una brecha en el portavoz nacional para explotarla. Había que encontrar un punto débil, un resbalón, para sangrar al entrevistado. Quiso hasta involucrar a Perú en el debate, lo que es recurrente en Chile cuando Bolivia reclama por una salida al mar. La respuesta de Mesa fue certera: “¿Hemos perdido algún centímetro cuadrado del Litoral con Perú?”. Y luego vino la estocada que pudo ser difícil de parar cuando Astorga se refirió al Gobierno del MAS y al propósito de S.E. de prorrogarse en el poder. Habló de si existía una “democracia plena” en Bolivia. Una democracia plena que, evidentemente, no existe y que Carlos Mesa sabe perfectamente. Dijo el vocero de la demanda boliviana lo que cabía: que no hablaría fuera de su país de política interna, porque el tema a tratar era sobre el enclaustramiento marítimo. Para todos resultó claro que Mesa eludió la estocada porque no iba a caer en la trampa de enfrentarse, nada menos que en Chile, con las ambiciones de S.E. y del MAS, que son un lastre institucional y que desprestigian al sistema de derecho.
Luego Astorga entrevistó a José Miguel Insulza y a Hernán Felipe Errázuriz que censuraron a Mesa expresando que había sido tendencioso con sus respuestas. Insulza apareció curiosamente risueño, displicente, con un toque de ironía en sus expresiones. A Errázuriz se lo vio preocupado y hasta un tanto salido de sus casillas, además de partidario de acabar de una vez con el tema de La Haya aconsejando la salida de Chile del Pacto de Bogotá, con lo que Insulza no se mostró de acuerdo. En este caso, fueron los chilenos quienes demostraron diferencias de criterio y vacilaciones en público. El montaje televisivo, repetimos, resultó un sonado fracaso, un fiasco.
Hay que esperar que con sus participaciones Mesa no levante celos en el MAS, donde existen individuos que desesperan por ser los únicos dueños de la oreja de S.E., y que pueden maquinar en su contra, echando mano de cualquier cosa en un tiempo cuando reina la intriga baja en el país.
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