La crisis del sector agropecuario nacional es cada vez más ostensible y dramática y no tiene perspectiva de salir del profundo grado de decadencia en que se encuentra desde hace alrededor de diez años, debiendo agregarse que, como revelan las estadísticas, será aún más negativo.
Ya se informó del descenso de la producción de varios artículos de la canasta familiar, como papa, trigo, quinua, algunas frutas de tipo semitropical y de trópico, arroz, maíz y varios granos, fenómeno que, además, ha determinado el alza de precios a niveles preocupantes, tal el caso de los duraznos, que hace pocos años se los vendía a razón de diez por un boliviano y ahora se vende a más de un boliviano la unidad, como ocurre con higos, peras, mangos, cítricos y otros.
El dato más reciente de la caída de la producción está referido al café, producto nativo que antes llenaba los mercados con precios módicos, al mismo tiempo que satisfacía los gustos más exigentes y que ahora casi no existe y la población se ve obligada a consumir café de origen extranjero, con alto precio y baja calidad.
Según datos estadísticos de la Federación de Caficultores, este año solo se está produciendo un tercio de café en relación con diez años atrás. Vale decir que en realidad se trata de un derrumbe de la producción de ese grano, con el detalle de que en el año 2015 el país produjo el 71 por ciento menos en relación con el año 2.000, descenso considerable que, además, tiene tendencia a agravarse.
Es más, el dirigente de los caficultores, Víctor Calla, informó que el año 2000 se produjo 140.000 sacos de café y desde entonces se constata un firme descenso, pues el año 2010 ya la baja llegó a 120.000 sacos y el año 2014 solo se produjo 60.000 sacos. No solo eso, este año la producción de ese grano sólo alcanzó a 40.000 sacos, porcentaje realmente alarmante.
Esa “gran caída” de la producción de café se produjo pese a que algunos sectores de cafetaleros de los yungas de La Paz y otros distritos recibieron importantes ayudas económicas, con el compromiso de ampliar y mejorar sus cultivos, aumentar la producción y la productividad por hectárea y, finalmente, autoabastecer el consumo nacional.
Pese a esas ayudas, los cafetaleros atribuyen el bajón de su producción a factores climáticos, enfermedades, lluvias y falta de renovación de plantaciones, que contribuyeron a revelar este alarmante colapso.
Empero, finalmente, se debe atribuir la lamentable baja de producción del café a la competencia del café extranjero que entra de contrabando, llena los mercados de todo el país, inclusive distritos donde antes se producía este grano de oro, así como a que la legislación sobre la propiedad de la tierra y las formas de producción agraria siguen siendo de carácter feudal y están garantizadas por disposiciones legales vigentes y aun de tipo constitucional, sin que exista la mínima posibilidad de su modificación. Por ello la producción de café nacional está destinada a enfrentar una crisis de mayores proporciones.
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