Punto aparte
El mantenimiento de la paz mundial cada vez parece estar en mayor riesgo. Después de la Segunda Guerra Mundial los conflictos bélicos, aunque aislados, no dejaron de ensombrecer la vida de varios pueblos.
El caso de Afganistán es realmente patético, desde hace más de dos décadas confronta distintos conflictos armados internos, al extremo de que resulta difícil identificar con certeza sus orígenes. A ellos se agregaron la ocupación que sufrió de la ex Unión Soviética y en los últimos años tuvo también la frustrada presencia militar de Estados Unidos.
Desde hace cinco años, Siria no deja de estar ensangrentada, por la irrefrenable voluntad de poder de un dictador. Pero su situación de guerra interna está dando lugar a que Rusia se aproveche de intervenir, para poner en evidencia su poderío armado.
En los últimos años, mientras el mundo occidental vivía el esplendor de sus impresionantes avances tecnológicos, científicos y comerciales, además inmerso en la globalización, China y Rusia han estado empeñadas en una carrera armamentista que induce a pensar que pueda ser el preámbulo de otra conflagración global.
Hace unos meses, casi de manera paralela, ambos países realizaron internamente unos desfiles militares impresionantes. Mostraron que contaban con fuerzas armadas que exhibían un poder bélico extraordinario.
Podría pensarse ingenuamente que era sólo para estimular el orgullo de sus pueblos, pero yendo más allá no es posible suponer que sea solamente para tal finalidad. Tiene que recordarse que el nazismo también hacía esos despliegues espectaculares, los que, empero, a la postre, pusieron de manifiesto que encubrían otro propósito. Nada menos que apoderarse del mundo con la fuerza de las armas.
Entonces, con esa experiencia, no es nada tranquilizante que Rusia esté haciendo una exhibición de su genio para producir armas de uno poderío que a los propios Estados Unidos ha sorprendido y es de presumir que también le generó alarma.
Con estos antecedentes, cada vez más ilustrativos, corresponde racionalmente entender que la paz mundial puede ser quebrantada. En cuanto a su magnitud, presumiblemente ni los estrategas políticos y militares pueden llegar a determinadas conclusiones, de momento.
Sin embargo, es de temer que lo que está haciendo Rusia en Siria no sea solamente un alarde de su poderío, sino que sea ya un motivo para reflexionar sobre los alcances a los que puede llegar. No hay que olvidar que la Primera Guerra Mundial estalló por la insignificancia de un atentado contra un personaje de la época.
Esta vez, lo que está sucediendo con el desembozado afán ruso de probar su capacidad bélica, puede tener otras derivaciones, tanto de orden estrictamente militar como político. Además, en lo referente a personajes, cabe meditar si Hitler fue o no la última expresión de las ambiciones de grandeza y poderío de mentes alucinadas, lindantes con patologías de distintos matices.
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