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Es conocido que países latinoamericanos ricos en recursos naturales no han sabido, de momento, administrar la riqueza que la tierra les proporciona. Ejemplos de ello son Venezuela (y su cuestionada administración de riqueza generada por el petróleo) y Bolivia (y su criticada administración de riqueza generada por el gas natural).
Son muchas las críticas de expertos y organismos internacionales al manejo discrecional, en muchos casos, de esos fondos. No se puede concebir que países tan ricos en recursos energéticos y con excelentes ingresos no hayan podido administrar sus excedentes financieros para mejorar condiciones de vida y estimular una libre competencia de inversionistas en otras áreas de la sociedad.
Prueba de ello es la pobreza que se siente en Venezuela y Bolivia.
Se ha intentado muchas fórmulas de distribución de esos ingresos, que en alguna medida beneficiaron a la sociedad; sin embargo las brechas y las desigualdades aún son palpables.
Lo peor es que no se está mirando a futuro. De manera que cuando haya poca producción de petróleo o gas se pueda tener otras inversiones que sigan dando buen sostén al país.
Para ello fueron creados los “fondos soberanos de inversión”.
Seguramente hay propuestas para que Venezuela o Bolivia tenga un “Fondo Soberano de Inversión” (del inglés Sovereign Wealth Fund) que -de acuerdo con la definición normalmente aceptada por ejecutivos y analistas del sector financiero- es una agencia o vehículo de inversiones del Estado que controla activos (que devienen de la venta de petróleo y gas, principalmente) y son utilizados para invertir en otros rubros de la cadena de petróleo, gas, minería, y primariamente en compra/venta de acciones, bonos, y principalmente inversiones en el sector de desarrollo inmobiliario y construcciones.
El fin de esos fondos soberanos es para ahorrar ingreso de venta de recursos naturales y disponerlos en otros rubros que generen nuevos rendimientos y proteger así la economía de un país. No basta tener reservas internacionales guardadas en bancos, sino es mejor invertir una porción de esos ingresos en un portafolio diversificado de operaciones.
Ejemplos exitosos de esos fondos son los establecidos por Noruega o, por ejemplo, el emiratí Abu Dhabi Investment Authority (ADIA que administra aproximadamente USD 875.000 millones en activos financieros).
Noruega invirtió sus ingresos de venta de petróleo y gas en el Fondo considerado el más grande del mundo: eventualmente al 2020 llegará a tener un millón de millones de dólares (sí, leyó bien: 1.000.000.000.000): con tal cantidad de dinero compraron, por ejemplo, acciones hasta en la poderosa compañía Facebook y tiene oficinas en Oslo, Nueva York, Londres, Shanghai y Singapur.
El objetivo de ese fondo es: “edificar la riqueza desde hoy con ingresos de venta de petróleo y gas para el país del futuro en caso que se hayan agotado sus recursos petrolífero/gasíferos”. Sencillo y concreto: ahorran e invierten. Muy poco gasto. Mucha previsión y construcción de futuro (continuará).
El autor es consultor del sector privado, sigue sus análisis en Twitter: @bguzqueda
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