Cristhian Jaime Titichoca Guzmán
Se estima que más de mil millones de personas viven con algún tipo de discapacidad, o sea alrededor del 15% de la población mundial (según las estimaciones de la población mundial en 2010). Esta cifra es superior a las estimaciones previas de la Organización Mundial de la Salud, correspondientes a la década de los 70 del siglo pasado, que eran de aproximadamente un 10%.
La discapacidad se define en la legislación boliviana como: “a) Discapacidad. Es el resultado de la interacción de la persona, con deficiencias de función físicas, psíquicas, intelectuales y/o sensoriales a largo plazo o permanentes, con diversas barreras físicas, psicológicas, sociales, culturales y comunicacionales” (Bolivia. Ley General para Personas con Discapacidad Nro. 223, de 2 de marzo de 2012, art. 5, inc. a).
Las personas podemos resultar parecidas en nuestra forma de ser y comportar, pero, en un sentido o en otro, cada persona es distinta de las demás, el hecho de ser diferentes es lo que nos hace únicos e interesantes como seres humanos. Algunas diferencias son obvias, como el color de los ojos o el tamaño de la nariz, otras, en cambio, no son tan fácilmente observables, como la capacidad, los rasgos de personalidad o los intereses. Las personas difieren no sólo en las características físicas, sino también en la manera de comportarse, de pensar y de actuar. Algunas de esas características son más relevantes que otras por las implicaciones y consecuencias que puedan acarrear a la persona que las posee. Una de las características más valoradas en nuestra sociedad boliviana es la capacidad (intelectual, física y sensorial). Las personas evolucionan en una dinámica de adquisición de capacidades desde la infancia, maduración de habilidades en la edad adulta y pérdida de muchas de ellas en la ancianidad. Todos conoceremos la discapacidad en algún momento de nuestra vida, porque en la capacidad existe también la vertiente de su pérdida, que es la discapacidad, ambas son consustanciales a la naturaleza humana.
Está claro que muchas de las personas con discapacidad tienen enormes dificultades para sobrevivir cotidianamente, para encontrar un empleo productivo o para realizarse personalmente. La discapacidad puede cambiar el camino o la forma de lograr algo, puede limitar a la hora de aprender, comprender o hacer cosas, pero nunca anula o disminuye a la persona. Lo que en realidad importa es que todas las personas con o sin discapacidad tenemos muchas cosas en común y que las diferencias son las que hacen que cada persona sea única. Cada uno vale por sí mismo y por todo lo que ofrece su entorno, independientemente de lo que pueda o no pueda hacer. La discapacidad no define a una persona, tener una capacidad afectada no limita para todo y hasta muchas veces fortalece otras habilidades.
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