Economía de palabras
(Barcelona) Este 12 de octubre, las calles de Barcelona mostraron la tensión que se vive por el separatismo que, aunque perdió en el referéndum reciente, está en el sentimiento de muchos catalanes.
Una marcha de los opuestos al separatismo, es decir de los que quieren la unidad de España, tuvo una excelente oportunidad para expresarse en el Día de la Hispanidad, feriado nacional.
Los manifestantes se reunieron en la Plaza Cataluña, muy cerca el monumento a Colón, y allí hicieron escuchar sus razones, con carteles precisos como “Puentes, no muros”, o más expresivos, como “ni separados ni separatistas”, y muchos más.
En plazas, ramblas y paseos, desde unos enormes carteles que simbolizan la unidad y la fuerza de los catalanes, sonreían los gigantografías de Leo Messi, el mayor héroe de esta ciudad. Un taxista me comentó que Messi es en realidad un mesías, el de una nueva religión que está en formación. Un mesías que, como se sabe, está ahora lesionado. No se le entiende mucho cuando habla, porque ni siquiera habla castellano, y eso es lo que nos gusta, me dijo el taxista, hincha del barsa, por supuesto, aunque nacido en Filipinas.
Muy pocos catalanes de criterio contrario se atrevían a hacer algunos gestos obscenos, que los machistas ni siquiera respondieron. Eran muchos los que cantaban “que viva España” ante unos pocos catalanes que no quieren ser de este país. Podrían irse, pero quieren dar la batalla por separar a esta región. Tienen la desventaja de proponer un idioma distinto al castellano, la lengua en que fue escrita la mejor obra literaria de la historia, según lo admiten incluso los ingleses, que colocan al Quijote en el primer lugar de las novelas de todos los tiempos. Competir con el castellano es la prueba más difícil de los catalanes.
La marcha fue pacífica aunque bulliciosa. Al fin y al cabo, eran españoles los que marchaban y se sabe que ellos hablan en voz alta, incluso cuando murmuran.
Pero el alboroto venía al final, con un grupo de bolivianos, con las banderas de Bolivia y España, que tenían el acompañamiento de quenas y tambores, y bailaban ritmos cochabambinos. Y luego, un grupo de caporales de Oruro se adueñó de la plaza Cataluña. Más bulliciosos que los españoles. Con banda de música.
Fue la peor derrota de los catalanes: unos sudamericanos cantando en castellano. Y bailando.
Ningún otro grupo latinoamericano en la fiesta.
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