Mario D. Ríos Gastelú
Transcurría el domingo 20 de este septiembre primaveral, cuando en medio de comentarios entre periodistas concurrentes a las urnas del Referéndum, una persona vinculada con actividades culturales nos dijo: “Ayer falleció Jaime Martínez Salguero”. Enmudecimos, llevando nuestro pensamiento hacia otros confines, donde esa figura tan admirada y estimada en el ámbito de los escritores bolivianos, y, por cierto, en todos los que conocimos su personalidad y proyección literaria, lamentamos el deceso.
Jaime nació en Sucre, siendo La Paz su residencia desde niño. Su profesión de bioquímico y sus actividades literarias se vincularon a los círculos paceños encumbrando su personalidad en instituciones de prestigio, como la Academia Boliviana de la Lengua, la docencia universitaria y sus relaciones con escritores de América y Europa.
Se pueden sumar hechos siempre recordados en fugaces encuentros en espacios culturales, paseos por barrios de la ciudad o selectas actividades, donde su palabra iluminaba diversos temas. Si mucho queda, como referencia mayor de su vida cultivada, es la poesía, el ensayo y la novela. Conocía los secretos de cada especialidad y contaba con recursos propios de quien no deja de lado exigencias propias de la profesión literaria.
Los poemas que escribió en su inspirada trayectoria responden a preguntas que ahora caen en el vacío, pues cuando una persona estimada nos deja, no encontramos respuestas a interrogantes reiteradas. Sus versos nos llevan a meditar sobre aquello que no conocemos; nos conducen a un mundo entre real e imaginario, en un afán de aceptar lo irremediable; mas nuestra voz se deshace sin eco alguno cuando la inspiración se detiene en el silencio: Calla hermano / ¿No escuchas el lúgubre doblar / de las campanas de tu vida?/Si están doblando por el hombre muerto / por el hombre que conocemos. / ¡Por nuestro hermano, el hombre¡
Es muy valioso el legado de sus obras literarias escritas bajo estos titulares: El combate místico, Cuando el dolor florece, Mis paisajes interiores, El itinerario del misterio, El aroma del verbo, Signos de vida. En esos poemarios se irradia un temperamento muy despierto a la belleza de ondulantes paisajes, capaz de llevar su sentimiento a la intimidad de su ser: Voy por el camino de los trigales / abiertos al verano /trayendo esta sangre germinada / con la fuerza de mi vida. Los ensayos de Martínez Salguero se fijan en la producción de Franz Tamayo, Jaime Mendoza y Las voces de la tragedia. Su tinta, también se extiende hacia la narrativa dando forma y color a la obra: De la muerte y otros cuentos.
Las hojas literarias del periodismo destinaron sus columnas a muchos artículos, poemas, y ensayos de Martínez Salguero, todos conservados en los archivos del recordado matutino Presencia, cuyo suplemento literario encumbró a personalidades reconocidas por su entrega a difundir nuestras Letras. La revista cultural Signo, fue otro vocero de inolvidables creaciones de escritores de esta generación. Todas esas páginas están dedicadas a quienes buscan en el diario vivir una fuente de conocimientos, y no sólo como referente de ilustración, sino ligadas a razonamientos profundos. Es así que Jaime Martínez Salguero nos deja el recuerdo de una amistad invalorable y una producción literaria que nos acompañará siempre.
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