Yuri Mirko Ríos Madariaga
Subir y bajar…. bajar y subir, y al poco tiempo bajar para volver a subir. Es una acción obligada (no queda otra) para ceder el paso a uno o más ciudadanos que requieren salir o quizás “escapar despavoridos” de un medio de transporte llamado minibús. Y prácticamente eso es lo que hacemos a diario todos los que carecemos del “don” de contar con un vehículo particular, por la razón que fuera. Esta opinión la doy a conocer cansado de la proliferación de esa clase de máquinas de cuatro ruedas que han acaparado las calles y los barrios habidos (y por haber), y no me queda otro término que el de calificarlas (a esas máquinas) de no dignas.
No está demás recordar que este vehículo fue originalmente creado para transportar carga y todo tipo de armatostes, y posteriormente a alguna mente brillante del mundo desarrollado se le ocurrió modificarlo para tortura de los habitantes (pasajeros) en las ciudades de los países en vías de desarrollo, añadiéndole varias filas de asientos y disminuyéndole el número de puertas. Sin embargo, no faltó el aporte de algún “genio criollo”, quién le innovó minúsculos asientos, convirtiéndolo –así- en una “lata de pescados rodante” con todas las molestias inimaginables y sin derecho a reclamo.
En mayo del presente año, el Concejo Municipal de la ciudad de Santa Cruz mediante una resolución prohibió la circulación de minibuses dentro del segundo anillo -con excepción de los que prestan servicios al Aeropuerto Internacional de Viru Viru- por identificarlos como la causa de la paralización del tráfico vehicular en horas pico, además de manifestar que solo son apropiados para el transporte interprovincial, es decir para viajar (¡y tienen toda la razón!). Ignoro si hicieron cumplir la normativa parcial o totalmente, pues los dueños del volante amenazaban con llegar hasta las “últimas consecuencias”.
Y ahora, en lo concerniente al fatídico anuncio del incremento de sus tarifas, y como una anécdota basada en la información de un canal de televisión local, contaré lo siguiente: a inicios de esta gestión, la mal llamada autopista La Paz-El Alto (cerca de la célebre curva del diablo) fue el escenario de un accidente de tránsito con suerte (sin víctimas fatales). La propietaria notoriamente acongojada al tiempo que pedía ayuda, afirmaba que su minibús siniestrado representaba el sustento económico de su familia y que por ello estaría imposibilitada de pagar al banco la suma mensual de ¡siete mil bolivianos! por dicho vehículo. En este punto, creo o conjeturo que la humilde señora en su aflicción y desesperación cometió un lapsus linguae…. o quizás no, porque una cantidad de esa naturaleza sería una misión mensual casi imposible de pagar para un “clase mediero” como yo.
Para concluir este tema tan espinoso, los odiosos minibuses gradualmente deben desaparecer del mapa para ser sustituidos por un transporte masivo, inclusivo, cómodo y rápido, tal como lo anunciaban las propagandas, con énfasis en lo masivo y cómodo…. algo así como los buses PumaKatari y Sariri, independientemente de la fuente de financiamiento. Si así sucediera, ténganlo por seguro que estoy dispuesto a pagar más por un servicio digno, respetuoso y sin “tramajes”. Sé que no es una utopía y puede hacerse realidad en un tiempo prudente.
Por el momento seguiré viendo más y más minibuses, la mayoría “chinitos”, inundando las ciudades del país.
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