Costo de los pintarrajeados en fachadas

El pintarrajeado de fachadas es un atentado de proporciones, no sólo por lo que se ve, sino por lo que puede haber detrás de ello. Pues, el asunto tiene también componentes económicos y hasta políticos. O sea que no es sólo travesura, sino algo que puede estar organizado.

Aunque un funcionario de la Alcaldía, con cierta miopía, se limitó a decir que implícitamente había que tolerar que se pinte las fachadas de inmuebles, pese a que de por medio se viola el respeto a la propiedad privada, porque eran manifestaciones artísticas.

Lo que llama la atención, si se medita con algún discernimiento, es que virtualmente se haga un incomprensible derroche de dinero, con la compra de pinturas, brochas y hasta escaleras para garabatear también en las partes altas de los inmuebles.

Ciertamente, es valorable que se haga grafitis, porque, efectivamente, son expresiones artísticas. La parte cuestionable es que teniendo ya experiencia para efectuar verdaderas obras pictóricas, por qué se apela a demostrar esas cualidades en las fachadas, además anónimas, cuando muy bien puede tenerse en la vivienda un pequeño atelier para dar rienda suelta a la capacidad y virtud que se tiene para el arte plástico.

Mejor todavía, por qué no recurren a una escuela fiscal de arte pictórico para perfeccionar sus aptitudes y, de esa manera, optar por la formalidad en completar su capacidad artística, con perspectivas de constituirse en verdaderos valores artísticos en el país, y así dejar la informalidad, que es lo que ocurre cuando se apela a las fachadas, sin miramiento alguno, sin considerar el respeto que merece la propiedad privada.

Al margen de estas consideraciones, es pertinente anotar que muchos de esos grafitis abarcan fachadas enteras de inmuebles y de otros espacios similares. La pregunta lógica que fluye es el costo que deben tener, ya que se usa varios colores de tarros de pintura, cuyo costo suele ser siempre elevado.

Empero, supongamos que los autores de los grafitis tienen capacidad económica, lo cual implicaría, mayor mérito el componerlos.

El tema económico es más impresionante con aquellos que compran frascos de spray. En este orden, se hace un notable derroche de dinero, pues no es suficiente un frasco para el tamaño de los pintarrajeados que se hace, seguro que se requiere de más.

Sin embargo, esto no es posible que se reduzca a una travesura, aunque fuera de pandillas juveniles, sino se presta a pensar que detrás hay un financiamiento. En este caso, el más probable sea que provenga de una fuente política.

¿Si fuera así, cuál es la intención? Podría ser dañar el ornato de la ciudad o simplemente perjudicar a ciertos vecindarios y propietarios de los inmuebles, que presuntamente tendría que ser gente pudiente y, por tanto, hay que dañar la imagen de sus viviendas y así afectar la economía de los propietarios de los inmuebles.

Obviamente, estas líneas únicamente pretenden dar a comprender los aspectos oscuros que estarían detrás del pintarrajeado de las fachadas de los inmuebles. En el ejercicio periodístico, una de las obligaciones es advertir sobre los alcances de algunas situaciones y, en otros, dar la alerta acerca del trasfondo de lo que acontece en la vida pública de la sociedad.

Esta es una tarea ingrata, pero de otra parte una obligación, cuando se presta un servicio, más allá de lo que sea apenas perceptible, sino de sus reales connotaciones, las cuales hay que tratar de desentrañar, en el cumplimiento de este compromiso que voluntariamente se adquiere.

No siempre el periodismo puede reducirse a informar y opinar, sino también tiene que incursionar en campos que pueden tener una explicación, aunque no se las ponga de manifiesto, en forma abierta, explícita. En suma, internarse en los entresijos del acontecer diario en la vida de una sociedad.