Debemos tenerla clara. Una primera sensación apunta a prematura eliminación. Como anhelo nacional y para que Bolivia, tras dos pérdidas, todavía pudiese participar en el Mundial de Fútbol de ese año, la Selección Boliviana de Fútbol (SBF), como anfitriona necesariamente deberá ganar en el Hernando Siles sus ocho juegos restantes. Con 24 puntos, tal vez podríamos ser uno de los 32 equipos clasificados.
A ciertos rivales extranjeros -cuando ganan aquí- (Uruguay), la “altura” (altitud) de La Paz no les produce ni cosquillas y el “Bo, Bo, Bo”, no funciona. Como vamos, la chance para traer puntos desde afuera será exigua.
Internacionalmente, nuestro fútbol no pudo con su carácter perdedor. Entre la pre y post realización del Sudamericano jugado en Chile, abonó a su sobregirada cuenta de goles en contra, la friolera de 22 a 4. Aquella selección no dio ni para poner zancadillas.
En el “microciclo”, el 0-2 ante Uruguay, hasta julio campeón americano y Bolivia el colista; y el 0-2 en Quito, revelaron ausencia de mística.
La crónica deportiva ínsita en el fútbol, como factor endiosador previo a desastres anunciados, en su repetitivo papel, cuando aquello ocurre, se desmarca, hace la vista gorda. Mientras nos cuentan que “la eliminación recién empieza”, “es un proceso” y que “las cosas cambiarán positivamente”, Uruguay, Ecuador y Chile con sus hazañas en La Paz, Buenos Aires y Lima respectivamente, ya cuentan con seis puntos de oro.
Después dirán que “matemáticamente”, sí se puede.
La “debatitis” por y para todo, como fenómeno socio-cultural-comunicacional extendido en el país, en el caso, alusiva al ralentizado fútbol boliviano, revolotea con rasgadura de vestiduras, intenciones “renovadoras y clasificatorias”, sin efectos halagadores.
La Eliminatoria 2018 se nos echó encima. Hora de apuros entre dirigentes, cuerpo técnico y protagonistas. Cálculo entre vividores, simuladores y asomados al “rey de los deportes”. El gran público fomenta al fútbol nacional, sin paladear satisfacciones mundialistas.
El SBF, “reflejo de la Liga” se ha dicho, tendrá que exigirse exhaustivamente, en subsunción al optimismo de su filosófico entrenador, contratado casi en la escalera del avión rumbo a Houston. Dijo “no hay miedo”; “los partidos son once contra once; “hay dirigentes oportunistas y quienes no quieren que nos vaya bien”. “Luego, no culpen a los jugadores”, se curó oportunamente en salud el ex capitán del equipo. Los amargos resultados “en cancha”, son obra de los futbolistas como equipo y no tanto del estratega de turno.
En países con glorias ecuménicas y en época eliminatoria, el DT es aludido metafóricamente como el segundo cargo nacional más importante.
Obligada a triunfos de urgencia con dispensación de pretextos, la selección de baja intensidad está impelida a no esgrimir excusas si la Eliminatoria conllevaría otra frustración popular. Sin embargo, los hipotéticamente 24 puntos en La Paz, emulsionarían su participación en Rusia.
El temperamento de la SBF con nueva hoja de ruta, al entender de su cuerpo técnico, empero parece columbrar una campaña no clasificadora. El equipo real –estiman- reverdecerá recién para Qatar 2022.
Los mundiales exigen mínimamente alcanzar octavos de final. Ser uno de los 16 mejores. En el 94, en USA, de 32 equipos quedamos en el puesto 28, con un tanto a favor (autogol español).
El fútbol incide en la vida emocional de todos. Mortifica y desborda de algarabía a la “fanaticada” colectiva. En 2003 (“guerra del gas”), si las eliminatorias hubieran ido viento en popa para nuestra selección, de seguro no habría sido luctuosamente dañado el país. La clasificación a “Alemania 2006” hubiese contrarrestado los trágicos desenlaces políticos de entonces. Por ello, cada cuatro años a los gobiernos les conviene manipular psicosocialmente a su favor las probabilidades mundialistas.
Para resilenciar la esperanza común, “la verde” debe ponerse a la altura de su pretensión clasificatoria. Las intermitencias con algún triunfo, empates y derrotas humillan. Prioridad: reanimar los signos vitales del fútbol boliviano y evitar su extremaunción. Refrenaría a la desmejorada imagen nacional en el Siglo 21.
En este desmadre alguien tiene que favorecerse. Al parecer, al poder le faltaba desembarcar e imbricarse en el fútbol como “herramienta” política de cara a los 490 años siguientes, habida cuenta que ya corrió una década.
“Los sueños, sueños son”. No obstante haber empezado mal por las vicisitudes que experimenta nuestro balompié, principalmente su sequía de GF y puntos, sinceramente que la expectativa y pasión hacia Rusia 2018, no sea otro onirismo irrealizado…
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