Uno de los dramas más angustiantes que atraviesa América Latina es el referido a la República de Venezuela que, pese a algunos esfuerzos políticos, no puede salir del callejón sin salida al que la condujeron el neocolonialismo y el neofeudalismo, causas centrales que devoran su existencia.
El problema que atraviesa esa antes próspera Nación no es de carácter abstracto, como opinan sus críticos, sino es específico, única forma de enfoque para descubrir los factores que la agobian, vale decir hacer referencia concreta a las causas que la condujeron a ese crítico estado de cosas.
En primer lugar, debido a erróneas políticas, Venezuela fue conducida a la cualidad de país monoproductor, en este caso del petróleo. Esa condición la llevó a abandonar otros sectores de la economía, en particular la agricultura, que terminó en ruina total, ya que todos o casi todos los alimentos que consumía su población eran de origen extranjero. Así, Venezuela adquirió la condición de colonia con contenido neofeudal, pese a que, en cierto momento, proyectó una reforma agraria de orientación democrática.
Sin embargo, a pesar de esas características oportunamente denunciadas, diversos gobiernos no solucionaron el problema y, más bien, lo agudizaron. En efecto, en vez de suprimir la condición colonial, la acentuaron. En vez de acabar con los saldos de feudalismo, los gobiernos (inclusive llamados “revolucionarios”) mantuvieron el viejo orden medieval. Es más, crearon nuevas trabas anti democráticas.
En esa forma, la economía venezolana consolidó dos grandes sistemas: el coloniaje y el neofeudalismo. Esas dos negativas condiciones fueron sostenidas y ampliadas con la ideología populista de gobiernos “revolucionarios” que crearon un sistema peor que el anterior.
Un foro realizado en Colombia, titulado “¡Estamos a tiempo!”, declaró que “Venezuela tiene larga historia de dependencia en el petróleo. Este país perdió toda cualidad productiva, importa prácticamente todo”, atribuyendo ese estado a una política monetaria desacertada, al ahorcamiento con el tipo de cambio y la dependencia en 90 por ciento de importaciones, aspectos que produjeron un desabastecimiento estructural del mercado interno, base de una crisis perfecta.
En forma concreta, otra causa de esa crisis estructural es que el 60 por ciento de la población no trabaja y vive de rentas y si cae el precio del petróleo caen todos los ingresos, además que todo lo que se consume es importado.
Esa política colonial y feudal, paradigma ideológico populista proclamado por algunos gobernantes, contaminó a otros países que, al presente, se encuentran en la misma pendiente inclinada de la Patria de Bolívar, como los casos de Brasil, Argentina, Bolivia y otros.
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