Buscando la verdad
Impotencia, es la palabra que mejor puede describir el ánimo que veo en ellos; me animaría a sumar a esto, rabia; y, lo tercero que percibo es, desesperación.
“Impotencia”, porque no está en ellos la solución: ellos hacen lo que tienen que hacer pero sienten que los que deben hacer “su tarea” para que aquellos puedan seguir trabajando -arriesgando, invirtiendo y produciendo- no lo hacen.
“Rabia” -porque como Ud. y yo- tienen familias, esposas e hijos que mantener y, muy lejos del confort de un despacho, viven casi a la intemperie, madrugan y trabajan bajo sol y lluvia sin descanso para que vivamos bien, y el pago es malo.
“Desesperación”, porque siendo gente de carne y hueso -como todos nosotros- en su gran mayoría de piel cobriza, con arrugas y cuerpos desgastados, se dan cuenta que luego de haberlo dado todo por el país no se los está respaldando.
Es gente sencilla, la mayor parte de ellos no oriunda de la región sino más bien del interior -del altiplano y valles- que llegaron a Santa Cruz hace décadas para trabajar la tierra y -a costa de sangre, sudor y lágrimas- dar de comer a Bolivia. ¿Cuál es su tragedia? El haber hecho lo que les dijeron que hicieran: ¡producir más! Estos agricultores -casi todos pequeños- enfrentan una situación que no pueden solucionar por sí mismos, pues de haber podido ya lo hubieran hecho.
La estrepitosa baja del precio de los alimentos en Bolivia obedece a la mayor competencia extranjera legal y de contrabando que -favorecida por la depreciación de sus monedas- hace imposible comercializar “ganando alguito”. Vender por debajo del costo es la alternativa y muchos lo tendrán que hacer para pagar sus deudas aunque ello derive luego en una quiebra o en menos siembra.
Es triste -casi indignante- escuchar a nuestros compatriotas productores contar sus historias con la mirada perdida unos, cabizbajos otros y los más, con sus ojos extremadamente abiertos -mordiéndose los labios- con los puños cerrados, sin saber qué hacer porque la respuesta no viene desde donde tendría que venir.
Se les pide ser más productivos y competitivos -decirlo es fácil- pero, póngase la mano al pecho: ¿Ofrece Bolivia las condiciones objetivas para serlo? ¿Se le está pidiendo al productor nacional competir contra gobiernos extranjeros que devalúan sus monedas para vender más barato afuera?
Salvaguardar la producción nacional de la competencia ruinosa es vital aunque chillen los bagalleros y contrabandistas ¡ellos no son más valiosos que nuestros productores! ¿O sí?
El autor es Economista y Magíster en Comercio Internacional.
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