Después del último levantamiento de l661, cuando parecía que toda insurgencia era innecesaria, en 1730 se levantaron los cholos y mestizos de Cochabamba, encabezados por Alejo Calatayud, platero de oficio. Alejo nació en la Villa de Oropeza, por los años de 1700, hijo de Juan Calatayud, igual platero, y de Agustina Espíndola.
En el sistema colonial, los mestizos en su mayor parte estaban destinados a labores artesanales, Alejo aprendió platería desde sus abuelos. Destinado a ser líder de su comunidad, más por su simpatía y su carácter enérgico, se impuso no sólo a los plateros, sino a los artesanos de Cochabamba, siendo en la Villa reconocido como un jefe natural.
El régimen colonial estableció en esa época cargas impositivas, sobre los indígenas y mestizos, que eran contribuciones territoriales, y reparto de mercaderías, más tarde conocidas como empadronamientos, con censos rigurosos.
Los corregidores, autorizados para hacer cobros, cometieron abusos y arbitrariedades, yendo a sus bolsillos muchas de las contribuciones exigidas. A aquellos que no cumplían con el tributo exigido, los más indígenas, se los azotaba y torturaba.
Los corregidores estaban apoyados por oficiales reales que destinaban las recaudaciones al Tesoro del rey, siendo todas estas recaudaciones fraudulentas en perjuicio de las arcas reales.
A fin de obtener veracidad sobre los movimientos fraudulentos de las recaudaciones, el Virrey en Lima designó a un juez revisor en la villa de Oropeza, don Manuel Venero de Valero, a fin de revisar los padrones existentes y los censos correspondientes.
El juez pidió auxilio militar en su trabajo, debido a ciertos movimientos rebeldes que inquietaron al español; mientras esto ocurría, en la ciudad se inició una serie de reuniones de los artesanos de la Villa, seguidas de manifestaciones, que condenaban las contribuciones, aumentando su número momento a momento, para finalmente dirigirse a la vivienda de Alejo Calatayud, su jefe natural.
Al atardecer aumentó considerablemente el número de manifestantes, dirigiéndose éstos al centro de la ciudad, asaltando y saqueando las casas de españoles y autoridades; los monjes y frailes de los conventos salieron a frenar a la turba enloquecida, aplacando los ánimos; pero una nueva procesión religiosa fue a casa de Calatayud, pidiendo parlamentar, llegaron a obtener un nuevo gobierno local, sin desconocer la Audiencia de Charcas y menos la autoridad del Virreinato.
Se designó nuevas autoridades del Cabildo, y nuevos corregidores, más la firma de un acuerdo llamado “Capitulaciones”, todo esto el 1 de diciembre de 1730.
Alejo Calatayud fue traicionado por las nuevas autoridades criollas, siendo tomado preso en casa de su compadre, en silencio, sin prevenir a su gente. Trasladado a la cárcel, se le aplicó la pena del garrote, un jueves 31 de enero de 1731.
Posteriormente llevado a la colina de San Sebastián, fue descuartizado; la cabeza frita en aceite fue enviada a Chuquisaca, para exhibirla como escarmiento.
Se dice que la cabeza de Calatayud fue retirada de la picota de la plaza y arrojada a las puertas de la Real Audiencia, sin poderse encontrar al autor o autores, pese a la enorme recompensa ofrecida por las autoridades españolas.
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