Evo Morales entró al Poder (12/10) con un discurso democrático y de cambio, pero en el trayecto no pudo modificar las pautas tradicionales de su comportamiento político, los cuales más bien se han exacerbado, como el “prebendalismo, la corrupción, el clientelismo, y ahora con afanes reeleccionistas que rompen todo esquema previo”, sostiene Marcelo Varnoux. Evidentemente, son 10 los años que Bolivia está inmersa en una política del encono y del racismo, como se advierte en las “champas” guerras de todos contra todos. Los afanes reeleccionistas confirman ello, sobre todo con el aparente “debate” entre moros y cristianos en torno a una “pregunta” del referéndum de 21/II/16. Irrelevante, diría, pues el soberano ya decidió. Otra cosa es que el TSE cumpla con la confianza del soberano. Es más, la década de gobierno indianista permite emitir juicios ponderados de la dinámica socio-política, entreverada con sobresaltos e inseguridad, con frecuentes conflictos y constante incertidumbre, sobre todo por el exceso de leyes que no se cumplen. Y es que los que ignoran o desconocen las leyes son temerarios.
Un Presidente -que se dice- indígena y que nació -dice- en condiciones de extrema pobreza y que, oportunamente, lo “convirtió” en su mayor “poder simbólico”, ahora pretende “montarse” sobre las autonomías indígenas para “suavizar” su maridaje con la agroindustria del oriente y la banca. Es emotivo, determinante, al extremo de que “él es el gobierno”. Descolla una personalidad intuitiva, directa. Se esmera (solo) en mostrar una honestidad sobre la base de una justicia podrida. Lee poco y al parecer, exime la reflexión, por ello las improvisaciones y contradicciones. Aparenta ser líder de “neo-indígenas” (clientelares) que no demuestran su organicidad, pues le siguen por prebendas. Sueña con una “neo-colonización” indiana. Descuida la salud; educación; fuentes de trabajo. A menudo trasciende su papel sindicalista en la de presidente. Lanza acusaciones contra personas e instituciones sin presentar pruebas. No se percata, cuando los oportunistas le “endulzan” su antiimperialismo visceral con verbos como: “nacionalizar”, “descolonizar” e “industrializar” pese a los miles de los MM$ que captó por los precios internacionales (estrategia de EEUU) de las materias primas, y, que en 2015 esa bonanza (otra estrategia imperial) está por “esfumarse”. Por ello solo le queda “transitar” hacia un “Estado autoritario”.
Un Vice que –en posición genuflexa a Evo- lo exalta con un “entreverado” lenguaje popular caricaturesco. Lo edulcora con un neologismo: el “evismo”, con tres “espejos”: 1) la “organización social”, 2) el “liderazgo indígena” y 3) el contenido ideológico del cambio. Promueve la “igualdad de oportunidades”, entreverada con estrategias envolventes, tensiones creativas (que pocos comprenden) y desvaríos, cual zancadilla, que el régimen no advierte. Busca una reconfiguración de las relaciones de poder con la emergencia de nuevas élites (una burguesía chola que desvirtúa normas sociales y tributarias) que sustituyan a las anteriores, es decir, un capitalismo remozado -pero- sobre pilares oligárquicos de “viejo” cuño.
Ante un posible fracaso del “evismo”, con disimulo, se cura en sano: el enemigo no está fuera, sino en esa plebe pobre que decepcionada por la ausencia de soluciones, más temprano que tarde se “rebelará”. Ese el escenario a punto de “agudizarse”. Solo se espera el 21/II/16 y que el TSE cumpla su mandato constitucional siendo transparente con los votos.
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