Vivir en democracia es bien que implica vivir en libertad; así, luego de varios períodos de gobiernos dictatoriales o gobiernos democráticos circunstanciales, el 10 de octubre de 1982 ingresamos a una democracia permanente. Se han cumplido 33 años de vida democrática continua; sin embargo, ni gobernantes ni gobernados hemos entendido a cabalidad lo que es vivir en ella, lo que implica avanzar en el desarrollo económico y social y de superar problemas graves que confronta el país.
La democracia es el modo y medio de vivir de los pueblos; es el mejor sistema de gobierno porque permite el goce de las libertades en todo sentido y tan sólo sujetos a las regulaciones de la moral, de la Constitución y las leyes; es, finalmente, vivir y obrar con responsabilidad; pero, lamentablemente, hay que reconocer que quienes deberían ser salvaguardas de la democracia, como son los partidos políticos, las instituciones cívicas y sociales y los medios productivos del país, no siempre han entendido el valor y perspectivas del sistema democrático.
Los partidos políticos, especialmente los que han tenido vigencia durante los períodos de dictaduras, han reclamado y hasta luchado por el retorno de la democracia y han comprometido su fe y vocación en pro de lograrla, conservarla y fortalecerla en todo instante. Logrado el sistema -como ocurrió el 10 de octubre de 1982-, sea por olvido de los buenos propósitos o por ambiciones y conveniencias personales, los mismos partidos políticos, con raras excepciones de sus militantes, se han encargado de complotar contra ella porque no han entendido y menos aplicado las reglas que implica su vigencia.
Partidos que han alcanzado el poder mediante el voto ciudadano, han actuado prevalidos del poder que tuvieron y no respondieron a la voluntad colectiva ni menos se han interesado por alcanzar la unidad y buscar el desarrollo armónico y sostenido. Es evidente que las condiciones de pobreza no siempre permiten planificar ni actuar en pos de superar la pobreza porque se reclama todo, se exige y hasta se recurre a medidas extremas no sólo por parte de los que tienen poder sino del mismo pueblo y organizaciones sociales que exigen -hasta llegar al extremo del bloqueo que es una forma de terrorismo- hasta lo imposible por parte del régimen gobernante.
Hoy, a treinta y tres años de vida democrática continua, sería tiempo para que todos los partidos, los que tienen poder y los que aspiran a él, mediten y obren tomando conciencia de país y vean, conjuntamente, la urgencia de unir a las diferentes fuerzas en aras del bien común que es el pueblo y que los destinos de la Patria exigen: unidad para fortalecer las libertades en democracia; unidad para vencer a la pobreza, al narcotráfico, al contrabando y a la corrupción que es fuente de la mayoría de los males que sufrimos; unidad para entender que la Patria es de todos los bolivianos y no solamente de los que tienen poder; unidad, en fin, para alcanzar los objetivos supremos a los que aspiramos todos.
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