“Cuando el príncipe y su novia entraron en la iglesia, las palomas salieron volando de los hombros de Cenicienta y picotearon un ojo de cada una de las hermanastras, hasta arrancárselos”, relata el cuento de tradición medieval.
Walt Disney produjo con gran éxito a mediados del siglo XX distintas películas, “Blancanieves y los siete enanitos”, “La Cenicienta”, “La Bella Durmiente”, entre otras, basadas en los populares cuentos de los hermanos Grimm. Sin embargo, la crudeza de muchos de estos relatos de tradición medieval no terminaban de encajar con lo que la factoría Disney tenía pensado para su público infantil, lo que llevó a los guionistas americanos a desechar la mayoría de planteamientos de los Grimm para quedarse con la versión del francés Charles Perrault (1628-1705), tanto en el caso de “La Cenicienta” como en el de “La Bella Durmiente”. Las diferencias no eran tantas, pero sí lo bastante significativas para herir la sensibilidad de un niño. La versión de los hermanos Grimm relata que las hermanastras de la Cenicienta, terminan perdiendo los ojos a manos de los pajaritos aliados con la protagonista, son capaces de cortarse varios dedos y el talón del pie con tal de que les entre el delicado zapato, de oro en esta versión, que el Príncipe emplea para encontrar a su misteriosa pareja de baile. Demasiada sangre para la factoría Disney.
La historia de “La Cenicienta”, no en vano, hunde sus orígenes mucho más atrás en el tiempo que la versión de los hermanos Grimm o la de Charles Pe-rraul, hasta el extremo de que un relato del Antiguo Egipto guarda muchas simi-litudes con la “princesa Disney”. Según esta leyenda, Ródope fue una joven griega raptada por unos piratas y llevada a Egipto para ser vendida como esclava. Su amo, un buen hombre pero muy de-santendido de lo que ocurría en su ho-gar, no se enteraba de que las otras muchachas de la casa, todas libres pero siervas, hacían mofa de la extranjera porque era distinta. Eran un antecedente de las hermanastras malvadas y envidio-sas de Cenicienta.
RÓDOPE, ENTRE LA TRADICIÓN EGIPCIA Y LA GRIEGA
Como en la historia de Cenicienta, Ródope se encargaba siempre de las tareas más ingratas de la casa acompa-ñada por pájaros, un mono y un viejo hipopótamo. Durante un acto real cele-brado por Amosis I en Menfis, la joven griega se vistió con sus mejores galas, incluidas unas sandalias de oro rojo, solo para ver cómo el resto de las siervas impidieron que fuera a la ceremonia. No obstante, un halcón -supuesta encarnación del dios Horusrobó las sandalias a la griega y se las llevó al faraón, quien vio un designio divino en la escena y dio la orden de que “todas las doncellas de Egipto habrían de probarse la sandalia, y la dueña sería su reina”.
En consonancia con el episodio clave del cuento de Disney, el faraón recorrió el Nilo buscando a la dueña de las san-dalias hasta que dio con Ródope, que, pese a esconderse inicialmente entre los juncos, es finalmente reconocida por el faraón como Reina de Egipto. El histo-riador griego rescató la historia de Ródope siglos después, pero añadiéndole nuevos elementos más mediterráneos como son el hecho de que procede de Tracia y que, tras ser liberada por el fa-raón, haría una fortuna dedicándose a la prostitución, en vez de casándose con un rey o un faraón. Heródoto además refiere la leyenda de que una de las pirámides de Giza fue construida por encargo de ella o para ella, aunque sin darle mucho crédito. No en vano, la historia de Ródope estuvo presente en la tradición greco-romana y más tarde fue probablemente heredada por la literatura europea hasta convertirse en la moderna Cenicienta.
En el siglo XVII, el napolitano Giam-battista Basile incluyó en su antología póstuma “El cuento de los cuentos” (1634) la historia de Cenerentola, que es el relato que inspiró más tarde directamente a Perrault y a los hermanos Grimm. Todos los elementos característicos del cuento (la malvada madrastra, las hermanastras envidiosas, las trans-formaciones mágicas, la pérdida del za-pato...) aparecen ya presentes en este cuento, aunque Perrault prefirió prescin-dir de la violencia desmedida del texto de Basile. En esta historia, existe una pri-mera madrastra que es asesinada por la protagonista cuando deja caer la pesada tapa de un arcón estando ella debajo causándola la rotura del cuello.
La película de Walt Disney de 1950 es fiel al cuento de Perrault casi en su totalidad, salvo porque, curiosamente, tiene un final menos conciliador. En el cuento de Perrault, Cenicienta perdona finalmente a su malvada madrastra y a sus dos hermanastras, que asisten a su boda y se casan el mismo día con dos nobles de la corte. En la versión de Disney, sin embargo, no todos serán felices y come-rán perdices: no hay redención para las hermanastras y la madrastra. Lo más sorprendente de la producción norteamericana, en cualquier caso, es que obviara todos los elementos de la versión de gran calidad literaria y tan popular como la de Perrault, aunque evidentemente incompatible con el público infantil, de los hermanos Grimm.
Nacidos y criados en un contexto de defensa de la cultura alemana frente a la invasión napoleónica, los hermanos Grimm, Jacob Grimm y Wilhelm Grimm, se hicieron célebres por sus cuentos infantiles a pesar de que esa no era su intención. Frente a las críticas por la extrema dureza de sus cuentos, los Grimm se defendieron siempre argumentando que sus relatos no estaban dirigidos a los niños. Fue con el tiempo que terminaron cediendo para sa-tisfacer las exigencias del público burgués y realizaron diversas modificaciones para transmitir una imagen menos violenta. Por ejemplo, la madre de Hansel y Gretel pasó a ser una madrastra con el paso de las ediciones, porque el hecho de abandonar a los niños en el bosque no coincidía con la imagen tradicional de la madre de la ép-oca; así como la omisión de alusiones se-xuales explícitas en muchos de los textos.
CASTIGOS MEDIAVALES CONTRA LOS VILLANOS
Así y todo, la obra final de los Grimm, pese a los esfuerzos por suavizar la cru-deza, siguió conteniendo todos los pre-juicios y duros castigos contra la maldad que eran habituales en la Edad Media, que es el periodo donde se emplazan la ma-yoría de las historias. Un ejemplo repre-sentativo de castigo a los villanos puede verse en la versión original de “Blanca-nieves”, donde la malvada madrastra es obligada a bailar con unas zapatillas de hierro ardiente al rojo vivo hasta caer muerta.
El caso de “Cenicienta” es otra muestra de la Edad Media en su máximo esplendor y la devoción por las torturas físicas. En la versión de Grimm, Cenicienta es una joven doncella que pierde a su madre y sufre la tiranía de una madrastra y unas herma-nastras “de corazón muy duro y cruel”. En este sentido, en contraste con la historia de Charles Perrault, que apenas menciona a la madre fallecida de Cenicienta, los Grimm dan mucha importancia al dolor que le causa a la joven su ausencia. La tumba de la madre, junto a una fuente, será don-de brote la magia en forma de un pájaro que concede a Cenicienta lo que le pida.
A diferencia de la versión Disney, los bailes de Cenicienta en la corte se prolon-gan durante tres noches, tras las cuales siempre escapa sin revelar su identidad. En la última de las noches, el príncipe deci-de poner pegamento en el suelo para evi-tar que escape Cenicienta. La joven consi-gue igualmente huir a tiempo, pero debe dejar uno de sus zapatos de oro atrás. El príncipe se decide así a buscar a la miste-riosa doncella empleando la única pista a su alcance, el calzado perdido.
Cuando el príncipe llega a la casa de Cenicienta, pide al padre que le traiga a sus hijas. La hermanastra mayor se prueba el zapato, pero como no le entra, la madre le dice que se corte dos dedos del pie para que el zapato encaje. A la vista de que es aparentemente de su talla, el príncipe se marcha con la joven, quien apenas puede contener el dolor de haberse amputado dos dedos. Pero, por intervención de dos palomas, el príncipe descubre que la mal-vada hermanastra está sangrando por los horribles cortes y vuelve a la casa a probar el zapato en el pie de la hermanastra me-nor. Como ésta tampoco puede calzarse el zapato, la madre sugiere a su hija menor que se corte el talón: “Si no te cupiera, coge este cuchillo y corta un pedazo de tu talón. Apenas te va a doler, y de este modo serás reina”. La sangre y las palomas revelarán una vez más el engaño.
Con todo, el relato de los hermanos Grimm también tiene un final feliz, puesto que el zapato de oro encaja en el pie de Cenicienta y el príncipe se casa con ella, salvo en lo que atañe a las hermanastras. “Cuando el príncipe y su novia entraron en la iglesia, la hermana mayor caminó a su diestra, y la menor a la izquierda de la pareja, y entonces las palomas salieron volando de los hombros de Cenicienta y picotearon un ojo de cada una de las her-manas, hasta arrancárselos”, relata el cuento sobre un primer ataque que fue se-guido por otro con idéntico resultado. Las dos quedaron ciegas de esta forma. Curio-samente, en la primera versión publicada por los hermanos alemanes en 1812 las hermanastras no reciben castigo alguno. El castigo en forma de ceguera se añadió en 1819 y se mantuvo en las ediciones posteriores.
César Cervera
CIENCIA - ABC
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