Chile y una oportunidad histórica

A escasos cuatro años de la salvaje invasión anglo-chilena al Litoral boliviano, el escritor Felipe Larrazábal sostuvo que el Libertador Bolívar, en su condición de gobernante boliviano, “habilitó el puerto de Cobija o La Mar” (Felipe Larrazábal: “La vida y correspondencia del Libertador Simón Bolívar”, New York – Andrés Cassard, 1883, pág. 316).

No estamos hablando, por lo visto, de memoria sino inspirados en libros y papeles que abundan al respecto dentro y fuera de nuestras fronteras. Obviamente que no es tarea fácil documentarse para escribir con seriedad y propiedad.

En consecuencia aquella aseveración corrobora, con claridad, que Bolivia surgió a la vida republicana e independiente con territorio costero, propio, sobre el Pacífico. A ello se debió la preocupación del Libertador de habilitar o mejorar esa región del contexto geográfico nacional.

En estas líneas nosotros nos limitamos a recuperar lo que dijo Larrazábal sobre el puerto de Cobija, que hasta el año 1879 pertenecía legítimamente a Bolivia. He ahí la verdad histórica que debe imponerse en el conflicto que nos distancia de Chile.

La afirmación de Larrazábal se constituye hoy en valioso testimonio que desbarata la falacia e impostura del vecino, en relación con el tema marítimo.

Bolivia, desde hace más o menos dos años, exige que Chile, con la mediación de la justicia internacional, de La Haya, retorne a la mesa del diálogo, con desarme espiritual y voluntad política, a fin de asumir el dictado de la historia, que se traduce por la restitución de la soberanía boliviana en el Pacífico. La nación transandina, como bien sabemos, ha saqueado la riqueza de nuestro territorio costero, durante más de un siglo. Ha construido con ella su desarrollo y ha consolidado su prosperidad económica, logrando codearse con los países que marcaron el presente y futuro de la actividad financiera, en la región y el mundo.

Bolivia, el país agredido y despojado de su territorio costero por el expansionismo anglo – chileno al correr del Siglo XIX, espera que Chile dé un paso en la perspectiva de restañar las heridas que aún sangran, que aún enemistan y aún siembran suspicacias, como las minas que fueron diseminadas en la frontera boliviano – chilena, por un régimen gubernamental dictatorial, a la cabeza del general Augusto Pinochet.

Ha transcurrido 132 años desde que Larrazábal proporcionó aquel dato de vital importancia, en particular, para nosotros, los bolivianos. Y nuestra tarea, en adelante, debe estar volcada a proseguir escarbando la historia en la búsqueda de nuevos datos, o mayores elementos, que contribuyan a enriquecer la demanda marítima, que está apuntalada por el respaldo de la comunidad internacional.

Chile, el agresor de 1879, debe buscar la oportunidad histórica de acercamiento con Bolivia, en la perspectiva de promover el entendimiento de ambos países, en torno al centenario problema marítimo. Ello implicaría un gran aporte a la pacificación, ya que los ánimos, desde que Bolivia recurrió a La Haya, están exaltados aquí y allí. Un hecho de esta naturaleza evitaría dolores de cabeza.

En suma: existen documentos históricos que apoyan a la causa boliviana.