El extraordinario éxito económico que registró Bolivia durante el gobierno del presidente Andrés de Santa Cruz (1830-1839) no se produjo por milagro, ni mucho menos, sino fue resultado de la aplicación de leyes económicas adecuadas a un país donde estaba naciendo el sistema capitalista.
Ese éxito fue más notable porque ese gobierno sacó al país de una crisis económica que duraba más de cien años y fue agravada por las revoluciones libertarias de 1809, la guerra de los Quince Años y medidas poco adecuadas dictadas durante los cinco primeros años de la República.
Todas las disposiciones aplicadas por Santa Cruz fueron de carácter capitalista, en sustitución de sistemas esclavistas, comunitaristas y feudales existentes hasta entonces y que venían de antes de la invasión incaica al Kollasuyo. Esas medidas capitalistas fueron concretas y recibieron apoyo general, determinando, en plazo de cinco años, que Bolivia se convierta en potencia económica, política y militar, admirada en el mundo. No fueron medidas de maquillaje ni solo de publicidad. Fue la primera vez que en Bolivia se aplicó el (neo)liberalismo y, por tanto, una revolución democrática.
El gobierno de Santa Cruz, inspirado en los conocimientos del ministro de Hacienda, el economista José María de Lara (paraguayo), organizó el Estado y las finanzas, dispuso el derecho absoluto de propiedad y su garantía frente a cualquier ataque. Enseguida, aplicó el sistema de trabajo pagado en dinero en efectivo, contante y sonante y al final de la jornada (Código Civil), al que agregó la práctica de la libre oferta y demanda. En particular, resolvió el problema agrario en cuanto se refiere a las relaciones de producción y propiedad y aplicó el proteccionismo.
Una medida trascendental de Santa Cruz fue introducir el uso del dinero en todos los rubros de la economía, en especial en la agricultura y la artesanía. El medio rural entró en gran prosperidad y su producción movilizó la naciente industria de textiles, cueros, etc. La moneda boliviana circulaba casi exclusivamente en el sur de Perú, norte de Argentina y Chile e inclusive Brasil y Ecuador. Perú aprobó en 1850 su Presupuesto con base en la moneda boliviana.
El gobierno de Santa Cruz en ningún momento fue populista, es decir no pensó construir el socialismo sobre la comunidad sin pasar por la etapa capitalista, no anunció medidas socialistas, ni mucho menos. Se limitó al desarrollo del capitalismo interno, mientras todos los países vecinos se encontraban en aguda crisis general y, es más, deseaban anexarse a Bolivia. Por entonces, solo se conocía en Bolivia las escuelas económicas de Smith, Say, Sismondi y otros. No se hablaba de socialismo. Marx recién había nacido (1818). Ballivián y Belzu continuaron la política económica crucista.
El crecimiento económico que registró Bolivia llegó al 6 por ciento, la producción interna en general abrió el mercado interno y se dejó de importar toda clase de productos que hasta entonces cubrían el consumo. El estanco de plata y la emisión de moneda permitieron que el Estado disponga de fondos inclusive para crear la Confederación. También Bolivia exportaba azúcar, textiles, cueros, goma, quina y otros. Resulta más notable ese proceso porque por entonces no había grandes caminos, Banco Mundial, Fondo Monetario, BID, créditos chinos y europeos y menos producción de coca y derivados. Toda la bonanza venía de dentro del país y no se basó en ningún momento en una providencial alza de los precios de las materias primas.
Tan extraordinario auge no fue, sin embargo, objeto de especulaciones propagandísticas y el gobierno Santa Cruz no cayó en el culto a la personalidad, por lo que pudo mantenerse en el gobierno alrededor de diez años (1).
(Ver del autor, De Túpac
Katari a Evo Morales. Plural).
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