La economía boliviana gozó de una larga temporada de extraordinaria bonanza (2006-2015) gracias al alza de los precios de las materias primas (gas, petróleo, plata, zinc, estaño y otros). Sin embargo, las notables ganancias no fueron invertidas en obras productivas, no se practicó el ahorro y, en cambio, pese a las recomendaciones, se utilizó políticas de derroche en obras faraónicas o de menor cuantía.
Ahora, terminó la época de las vacas gordas y empezó la de las vacas flacas, en la que se tiene que lamentar que los ingresos van bajando rápidamente y ya no hay a dónde acudir en busca de recursos que alivien la situación y mantengan la transitoria prosperidad dejada por la providencial cornucopia de la abundancia.
Inexorablemente, la realidad obliga a ponerse en orden y evitar que una crisis de proporciones se desate sobre la población, cual tempestad ciclónica. Entonces es todavía posible recurrir a algunas recetas salvadoras, como buscar préstamos para poder, en esa forma, tapar los escapes por donde se filtran los problemas y, por tanto, paliar así los efectos de una posible crisis no solo económica, sino también política.
En efecto, en fecha reciente, el Gobierno anunció haber obtenido un préstamo de 7 mil millones de dólares de la república China, país que se ha convertido en tabla de salvación de naciones que hacen grandes pujos para salir del atraso e ingresar en el desarrollo. El préstamo chino resulta, entonces, una tabla de salvación frente al bajón de ingresos por la caída de los precios de las materias primas en el mercado mundial.
No obstante esa “exitosa” operación financiera, ahora el presidente Evo Morales acudió a una nueva maniobra internacional consistente en reunir en la capital del capitalismo mundial, Nueva York, a líderes empresariales para convencerlos de que Bolivia, y no sólo la ciudad de La Paz, se ha vuelto un país maravilloso para hacer grandes inversiones explotando materias primas, que sería la forma más apropiada para tener ingreso de divisas y así mantener la bonanza de los tiempos de oro de los precios altos del gas, oro, plata, zinc, estaño y soya y derivados, etc.
Pero, mientras por un lado la cabeza del Gobierno boliviano acude con energía a buscar capitales y apoyo financiero y técnico de la potencia mundial capitalista, Estados Unidos, por otro, lanza una andanada de adjetivos calificativos denigrantes contra la misma potencia a la que va a pedir colaboración para no caer en la crisis que amenaza a la economía planetaria.
No se ha dejado de observar esa actitud de doble cara, de desatar una ofensiva anticapitalista para solicitar ayuda del capitalismo, conducta que traduce en el lenguaje popular en la sentencia de “A dios rogando y con el mazo dando”, táctica que, sin embargo, podría dar resultados positivos en caso de que se produjese un arrepentimiento sincero y se retorne a los caminos de la lógica, que no es otra cosa que actuar de acuerdo no solo con las leyes de la física, sino también con las leyes de la economía.
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