En contraposición, el analista colombiano Luis Carvajal Basto, en su columna, menciona que estas investigaciones son una herramienta indispensable en los procesos de medición de la opinión. Sostiene también que correctamente elaboradas son infalibles y sirven para establecer, por ejemplo, la favorabilidad de los candidatos en un momento determinado.
Hace énfasis al afirmar que su aplicación en diferentes períodos de tiempo, manteniendo sus parámetros constantes, sirve para establecer tendencias y eventuales resultados, por lo que son más eficientes y similares a la realidad en la medida en que se acercan las fechas de elección, al punto que las realizadas a boca de urna suelen ser exactas.
Menciona que aparte de la función de escrutar a la opinión, se ha constatado que las encuestas pueden también crearla: la divulgación de sus resultados pueden inclinarla a favor de los “ganadores” o desanimar a quienes pierden, por eso los medios que las divulgan, se cuidan de presentar sus fichas técnicas.
“No es lo mismo preguntar a la opinión en las ciudades, dónde el voto es más ‘libre’, que en los sectores rurales o pequeños municipios, dónde tienen más influencia las ‘clientelas’ o cuyos votos están más cerca de la intermediación parlamentaria, por ejemplo”, enfatizó.
Tampoco, dice, son lo “mismo” las encuestas realizadas por entidades con amplia trayectoria y experiencia en el diseño y trabajo de campo que las desarrolladas por las que apenas la están adquiriendo. En esta área, la experiencia internacional cuenta. Factores como divulgar sondeos que no son representativos, sin explicarlo, o presentar, como si fueran iguales, encuestas realizadas entre quienes han votado o piensan votar que entre la población en general, pueden despistar en lugar de servir para escrutar a la opinión.
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