Consumo de carne procesada
Hay un viejo dicho en los trabajadores de Naciones Unidas y sus agencias que dice que solo hay una cosa que la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer hace mejor que evaluar los riesgos oncológicos: crear crisis de comunicación.
Hace unos días, la OMS incluyó las carnes rojas y las procesadas en las listas de productos cancerígenos armando un tremendo revuelo mediático. ¿Cómo es posible que la Organización Mundial de Salud tenga una política de comunicación tan torpe? ¿Por qué pasa esto?
CUENTO DE NUNCA ACABAR
Esta historia no es nueva: cada cierto tiempo, los medios de comunicación publican titulares como “La OMS dice que X causa cáncer”. Pasó con los teléfonos móviles, con el humo de los motores diésel o con el glifosato (el herbicida más utilizado a nivel mundial).
Un par de días más tarde, aparecen artículos que dicen que, bueno, igual nos hemos precipitado un poco. Una vez y otra y otra y otra. Pocas instituciones del mundo son capaces de generar tantas polémicas absurdas sin cambiar ni un ápice su política de comunicación.
La IARC, la sección de la OMS, se dedica fundamentalmente a analizar la evidencia disponible sobre los posibles efectos cancerígenos de determinadas sustancias y nos avisa de ellos. Para ello, la IARC, como en la famosa lista de Borges, va clasificando todas las cosas del mundo (sean agentes, mezclas de estos o circunstancias de exposición) en cinco categorías:
El Grupo 1 reúne agentes cancerígenos (cancerogénicos) para el ser humano y está compuesto por 118 elementos. Entre ellos están el amianto, el alcohol, el tabaco o la salazón de pescado al estilo chino. En este grupo es donde la OMS incluyó las carnes procesadas.
El Grupo 2A reúne a 75 sustancias probablemente cancerígenas para el ser humano. En este grupo, además de las carnes rojas, hay cosas como la radiación ultravioleta o el la yerba mate.
El Grupo 2B reúne sustancias posiblemente cancerígenas para el ser humano. 288 elementos que van desde la gasolina a hacer carpintería.
El Grupo 3 es un grupo de elementos sobre los que no existe suficiente evidencia como para ser clasificados en ninguna otra categoría. Es, por ello, el grupo más amplio con 503 elementos e incluye cosas como la cafeína, el diazepan (el valium) o el colesterol.
Por último, tenemos el Grupo 4 que incluye a todos los elementos que hemos demostrado que no son cancerígenos en absoluto. Y, bueno, está conformado por una única sustancia: la caprolactama, una molécula fundamental para la fabricación del nylon.
EVIDENCIA VS RIESGO
La clave para entender el problema es que pese a lo que pudiera parecer esta clasificación se elabora según el nivel de evidencia que tenemos y no sobre los efectos o riesgos de esos productos. No está hablando de cómo de peligroso es algo sino de si estamos seguros de que algo es peligroso.
En el Grupo 1 están los elementos que sabemos con total seguridad que causan cáncer independientemente de “cuánto cáncer causen”. Carne procesada y tabaco están en la misma lista porque sabemos a ciencia cierta que ambos causan cáncer pero eso no significa que fumar y comer carne supongan el mismo riesgo. Para nada.
Como dice Antonio Villareal, “Dos aldeas de 500 personas, en una comen poca carne y en la otra mucha. En la de poca, 28 personas tendrán cáncer de colon. En la otra, 33.”. Ese es el famoso 18% del que hablaba la OMS y por el que se incluyen en el Grupo 1. Para que nos hagamos una idea: Ser fumador pasivo (¡pasivo!) de forma habitual está en 30%.
COMUNICACIÓN SANITARIA
No cabe duda que el lenguaje que usa la IARC es equívoco y nos condena una y otra vez a titulares alarmistas. Es difícil de comprender cómo la OMS que tiene responsabilidad sobre amplísimas poblaciones no alfabetizadas (ni científicamente ni de ningún tipo) se toma tan a la ligera la comunicación sanitaria. Es difícil comprender cómo desarrolla una política comunicativa que se presta tan fácilmente al abuso, a la pseudociencia y al fraude.
Una vez pasada la fiebre cárnica de estos días, deberíamos pararnos a pensar en el limitado nivel de la educación y la cultura científica en la mayoría de países del mundo. ¿Cuánto tardarán en aparecer “salchichas no procesadas” o “Carne roja no cancerígena” en los supermercados? ¿Cuántos días pasarán antes que se declare alguna “ciudad libre de carnes procesadas”?
Quizá, como dice Ed Yong, deberíamos incluir a la Organización Mundial de la Salud en el Grupo Uno de organizaciones que “son confusiogénicas para el ser humano”. Pero si no empezamos a pensar seriamente en que la próxima alfabetización debe de ser la científica, nos habremos buscado esa confusión. (xataka.com)
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