La vida humana es comparable a un río. Comienza por ser tímido arroyuelo que se va haciendo cada vez más caudaloso hasta transformarse en fuerte correntada que se precipita arrollando cuanto halla a su paso hasta llegar a la llanura, donde ya serenado se con-vierte en río feraz y sus aguas fluyen mansamente beneficiando las tierras que recorren.
Así es la vida: la juventud es el torren-te impetuoso que todo lo arrolla, pero al correr de los años el juicio se serena, se normalizan los hábitos, se calman las pasiones y el hombre se dispone para una labor profícua y fecunda. Es en esta edad cuando la mayoría de los artistas y escritores han producido sus más hermosas creaciones.
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