En idioma japonés se dice “gracias” con la palabra “arigatou”, cuyo significado etimológico es “difícil de haber y de existir”. El verbo “ari” significa existir, la forma de verbo infinitivo es “aru”, y “gatou” significa difícil, viene de la palabra antigua “gatashi”. Esto se traduce como “usted me ha hecho un favor” (algo no fácil), por ende debo agradecer. El punto de partida de “arigatou” está en el pensamiento amargo, oscuro, no ocurre en cada momento o acto, ya que es difícil de existir. Ahora bien, si es tan difícil de existir, ¿será tan especial? Para responder a esa pregunta, reconociendo el límite de capacidad de imaginación, invirtamos el acto que ha realizado usted. “Imaginemos”, ¿yo mismo podré hacerlo?, creo que no, pero usted lo ha logrado hacer, por ende aceptaré esa dificultad, llegando a decir “arigatou”.
Por otro lado la existencia misma de una persona es algo difícil de reconocer o entender (ya que no sabemos de dónde viene y a dónde va), si es así, en cada momento de nuestra existencia nada escaparía de “arigatou”. Reduciendo esta situación llegaría a un movimiento del pensamiento en forma de círculo sin fin, como una espiral, tendría que expresar a cada momento la palabra “arigatou”. Para evitar esta situación sobreentendemos la palabra “arigatou”, sin que se pronuncie, ya que ésta estimula el sentimiento y está detenida en nuestro cuerpo la existencia en sí misma, incluyendo mi existencia; es tan difícil de existir, pues sobrepasando el circulo sin fin como una espiral, se sobreentiende la palabra “arigatou”.
La palabra “arigatou” nos une como punto central amargo, oscuro de toda la existencia del mundo, como un punto centrípeto. Es decir que todo gira alrededor de “arigatou”, se podría decir que nada es casual sino algo predestinado; si es así no habría necesidad de mencionar dicha existencia, asimismo de algún comentario, alguna exclamación, etc.
Por tal razón podemos denominar el pensamiento oscuro que conlleva a un punto negro central y se vuelve como un velo negro que cubre alrededor de uno mismo. Y ante nuestros ojos hay una total oscuridad, como cuando una persona ve una pantalla negra. No puede ver si se está moviendo de izquierda a derecha o de adelante hacia atrás en esa pantalla sin reflejo ni color.
Otra manera de pensar o ver el mundo sería la gracia, que conduce a lo dulce y alegre. El pensamiento dulce, alegre es expandible, es un sentimiento de felicidad, color de rosa o de un color agradable. Para expresar la palabra gracias, la existencia del sujeto, es decir un destinatario, es indispensable; por ejemplo: gracias a Dios, a usted, a ustedes, etc.
El punto de partida de efecto sensual de la palabra gracias siempre está fuera de mí, no podré decir “gracias a mí” por lo que estoy aquí o “gracias a mí” por lo que yo he hecho; si este sentimiento estuviese incluido a mí, la expresión llegaría a ser contradictoria. Así que no podría decir gracias a mí. La palabra gracias no es por la dificultad de existencia, como la palabra “arigatou“, no está en el plano del pensamiento de la existencia sino por una sensación agradable y para conseguir eso, no habría necesidad de un acto difícil, la naturaleza misma es algo agradable.
El mundo de gracia está lleno de oportunidades para expresar algo agradable, está siempre puesta en todo sentido en el cuerpo. Dicho de otro modo, cuerpo es un órgano que está para captar sentimientos, sensaciones y emociones, para expresar la gracia hacia afuera, hacia el mundo exterior que no es yo. Tal sentido ya no sería una pantalla negra sino un vidrio transparente que puede traspasar un reflejo de luz brillante.
Analizando la palabra “gracias” en idioma español y “arigatou” en japonés, parecen dos mundos muy diferentes. Uno piensa lo maravilloso que es la vida, pero siente la dificultad de existencia y si se concentra en la sensación de sí mismo, luego expande diciendo qué tan difícil es la existencia y, por ende, qué tan precioso es el momento de la vida y expresa su “alegría” y “agradecimiento” alrededor de sí mismo, ya sea un objeto, aire o persona. De esta manera, expandiendo toda sensación fuera de sí mismo hacia el universo y expresando esa sensación con toda libertad, que se une de un momento a otro, ya no son tan diferentes esos dos mundos.
Explicando, aparentemente un caramelo no tiene relación directa con la envoltura, pero en el momento de desenvolver la envoltura queda el papel arrugado. Aplanamos el papel, sin embargo siempre queda un poco de arruga y esa pequeña arruga se hace difícil de entender entre ambas y justamente esa dificultad es el punto más interesante y fascinante.
La autora es docente en las carreras de Lingüística, Filosofía UMSA.
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