En septiembre pasado, en la Asamblea de las Naciones Unidas, el Secretario General, Sr. Ban Ki-moon, al dirigirse al Papa Francisco y ponderar la misión que cumple en pos de la paz, la solidaridad y el amor como prácticas de la humanidad, expresó el concepto de que el Vicario de Cristo es “una resonante voz de la conciencia”. La frase es, innegablemente, una especie de pendón atribuible a los papas que, a través de su pontificado, han buscado que los hombres encuentren cauces dignos y libres para encontrar espacios en que la paz y la concordia entre todas las naciones sea una realidad permanente y, esta vez, la alusión fue directa al Papa Francisco que inauguró la cumbre de Desarrollo Sostenible organizada por la entidad mundial.
“Una resonante voz de la conciencia” puede ser un alerta, una prevención, un mensaje a todas las naciones ricas y pobres, a las organizaciones que tienen que ver con la ciencia, la tecnología, las artes y la cultura en general que deberían tener como misión sustantiva la búsqueda de la paz en el planeta; pero, previa toma de conciencia de que el hombre debe dejar de ser el peor enemigo del hombre como se demuestra en el mundo entero por las diversas circunstancias adversas por las que atraviesa en su vida y donde no encuentra cauces de esperanza para que la paz prime como medio para vencer a la pobreza, al subdesarrollo, al hambre, a las enfermedades, a la discriminación y a la insolidaridad.
La resonancia de la voz de la conciencia tiene que ser de todos quienes poseen poderes que podrían hacer del hombre el verdadero rey del planeta que ha creado Dios para su beneficio y que en la práctica se convierte en centro de controversias, enfermedades, guerras, discordias e incomprensiones que sólo permiten que el ser humano exista y no viva en la plenitud que es de desear; plenitud que, en todo caso, puede existir siempre que haya libertad plena para el disfrute constructivo de todos los bienes que el propio esfuerzo, inventiva, dedicación y espíritu del ser humano puede crear y fortalecer permanentemente en bien de toda la humanidad.
La conciencia es el grito del alma humana, de la sed de libertad de vivir plenamente, de expresarse amplia y diversamente sobre todo lo que concierne a la vida; libertad para expresar criterios, ideas, pensamientos, opiniones, sentimientos; libertad para juzgar, analizar, criticar, sugerir, proponer a los que tienen poderes políticos, económicos, sociales o de cualquier índole, en pro de los demás; libertad para buscar el respeto y cumplimiento de los derechos humanos para todos sin distinción alguna. Conciencia para que haya un conocimiento del bien y del mal con el objetivo de lograr el bien común desterrando lo que obstruye la vida y el cumplimiento de los derechos humanos.
La resonancia de la voz de la conciencia tiene que ser atributo y derecho de todos los hombres sin distinción alguna para condenar lo malo y pedir que se destierren el armamentismo, el hambre, las enfermedades, la incultura, la ignorancia, la deshonestidad, los males que complotan contra todos como el narcotráfico, la economía informal, la corrupción, las malas artes en la política, los desgobiernos, la ausencia de honradez y responsabilidad. Una conciencia que anteponga los derechos humanos a cualquier interés subalterno o contrario a la dignidad moral; una conciencia que sea el lábaro que dirija las acciones, las conductas, la moral y la vida; voces que resuenen en el mundo pregonando los valores de la paz haciendo coro con el mensaje de Dios el mismo día en que Su Hijo, Jesús, la salvación del hombre de todos los tiempos: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres”, paz que debería ser permanentemente practicada y respetada, perfeccionada y dignificada en beneficio y homenaje del Creador y del mismo ser humano que siempre es merecedor de mejor vida.
El Secretario General de la ONU habló, pues, en nombre de toda la humanidad al señalar al Papa como “una voz resonante de la conciencia” pero una conciencia que sirva, a la vez, para que Naciones Unidas cambie un poco sus posiciones permisivas con quienes fabrican armas y propugnan las guerras, para quienes hacen una gloria de las muertes que causan las bombas y destruyen vida y esperanzas de millones de personas, la ONU tiene que ser conciencia de los que quieren la paz y voz que condene las guerras que significan hambre, enfermedades, dolor y muerte como “caballos del Apocalipsis” que siembran desgracias por el mundo y hacen del hombre el peor enemigo del hombre.
Una voz de la conciencia de los pueblos que esperan acciones de Naciones Unidas que estén acordes con los derechos de todos buscando que todos los pueblos actúen en consonancia con los mismos principios y con las leyes del Creador; una organización mundial que no actúe tibiamente que es igual que obrar complacientemente con los yerros de hombres y naciones. Todos los países deben ser forjadores de un desarrollo armónico y sostenible de todos los pueblos para que, efectivamente, sean cimiento de la conciencia general que busca el bien de toda la humanidad.
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