De manera recurrente algunos ideólogos e intelectuales contemporáneos acuden a la memoria del presidente Manuel I. Belzu y se refieren a él tanto de manera despectiva como panegírica y casi en todos los casos sin la documentación necesaria. Se cae así en un historicismo idealista que es causa de entreveros políticos que conducen, además, a cometer errores prácticos en la actividad política de cada día.
Por ejemplo, se dice que Belzu no aceptaba la propiedad privada y que ya a mediados del Siglo XIX, tenía tendencias “socialistas”, aunque para entonces los teóricos del socialismo recién estaban “empollando” la idea y no habían aclarado sus ideas sobre las teorías políticas en torno a ese proyecto. También se dice que Belzu era contrario a la propiedad, opinión al parecer equivocada, pues, precisamente el presidente Belzu se apoyaba en el artesanado de las ciudades o sea en el sector social más apegado al instinto de la propiedad privada y a la cual representaba en el Gobierno y alentaba su desarrollo.
En todo caso, esas apreciaciones deberán ser investigadas más a fondo y comprobadas con documentos específicos y dejando de lado opiniones subjetivas muy comunes entre nuestros historiadores. Pero, entre tanto, se debe recordar que el presidente Belzu fue radical opositor en cuanto a obtener créditos extranjeros y, por tanto, endeudar al país, política que, en cambio, alentaban sectores partidarios contrarios a dicho mandatario. En efecto, es necesario rememorar un diálogo entre Manuel Isidoro Belzu y Narciso Campero, citado en el libro de éste último, titulado “Recuerdos de mi regreso de Europa” y que dice:
… “esos pobres artesanos -habría sostenido Belzu- ya no tienen ni cómo trabajar desde que los extranjeros se han apoderado del comercio y que llevan allí todo. Ahora, ¡vaya usted a ver ese empeño de algunos hombres que manejan allí la política de querer quitarle a Bolivia el único bien que le queda… hablo de la ventaja que tiene Bolivia sobre todas las demás repúblicas y aun sobre todas las naciones del mundo, de no tener deuda exterior. Este es el único bien que le queda a nuestra patria y que sería preciso conservárselo a toda costa. Pero si por desgracia la empeñan con algún empréstito en el extranjero, ¡adiós Bolivia!”.
Las palabras de Belzu sorprendieron a Narciso Campero, quien, en cambio, era partidario de que Bolivia obtenga créditos y escribe. “No dejé de quedarme desconsolado al oír decir al General Belzu tales despropósitos, porque, a pesar de tantas anécdotas que se referían a su respecto, consideraba yo que algo hubiese él adelantado en su larga permanencia en Europa…”.
En años posteriores los principios del General Belzu fueron totalmente desconocidos y el país se endeudó con bancos, empresas y gobiernos extranjeros de manera exagerada, cayendo, enseguida, en condición de deudor, al extremo de no poner honrar las deudas y caer en mora internacional, como en tiempo de la Guerra del Chaco, cuando ninguna institución ni Estado prestaban un centavo a Bolivia. Se debe recordar que la deuda externa de Bolivia llegó a 2.757 millones de dólares, superior en casi 8 por ciento en relación con el año anterior, cuando era de sólo 197 millones de dólares. Dentro de esa deuda, como caso particular, la deuda con Venezuela aumentó en 77 millones de dólares, representando el 12 por ciento de la deuda total a junio de 2010.
Otro aspecto notable del Presidente Belzu fue que mantuvo invariable la emisión de moneda feble, de acuerdo con las condiciones establecidas por el presidente Andrés de Santa Cruz. Tan notable fue esa política monetaria, que la feble desplazó casi totalmente a la moneda dura y se constituyó en gran respaldo para las finanzas públicas y la prosperidad económica del país. Pero, en todo caso, la base de la política económica del presidente Belzu fue no endeudar al país, de tal forma que mantenga su independencia y soberanía.
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