Punto aparte
Cuando la justicia ordinaria no estaba cooptada por un gobierno, que irónicamente se identifica como democrático, la acción represiva era abierta, por lo que tenía sus límites en cuanto a su magnitud y odio político.
Desde hace más de cinco años, se sigue un fraudulento juicio represivo a un número casi indeterminado de ciudadanos, bajo el cargo de terroristas y presuntos autores de un intento secesionista del departamento de Santa Cruz, para independizarse de Bolivia.
Se acudió al recurso judicial para tratar de encubrir un operativo policial en el Hotel Las Américas, de la ciudad de Santa Cruz, en el que murieron Eduardo Rózsa Flores y tres de sus acompañantes extranjeros.
A este grupo se le atribuyó ser el organizador de actos terroristas y de segregar a Santa Cruz de la territorialidad boliviana. Bajo estos actos se abrió un juicio itinerante contra presuntos opositores, incluyendo a empresarios que serían perniciosos o desafectos a quienes administran el país.
Aparte, otros que tenían claros indicios de ser también sometidos al sainete de juicio, optaron por exiliarse voluntariamente, abandonando, forzadamente, a sus familias y actividades laborales. Esto último, con la posibilidad de que sus seres queridos queden en el desamparo, o limitaciones económicas y otras carencias de distinto orden.
A los autores de estos atropellos y vejámenes no les pasa por la mente y los sentimientos remordimiento alguno. En cambio, tienen mucha impavidez al hacer visitas a otros países, haciéndoles suponer que son personas honestas, laboriosas y democráticas.
Sorprende que sus representantes diplomáticos guarden silencio ante sus gobiernos, pese a que, en buena medida, son algo así como testigos de las violaciones que se comete contra los derechos humanos, por lo menos, pues les basta con leer y escuchar a los medios audiovisuales para informarse adecuadamente de cuánto ocurre en Bolivia.
No es posible, por ejemplo, que no se informen de las denuncias que hace desde Brasil, donde optó por refugiarse el ex fiscal Marcelo Soza, a quien se le encomendó reunir los documentos probatorios de los cargos referidos y sustentar las invenciones de quienes le impartían las órdenes de lo que debía hacer y decir.
Aunque explícitamente Soza fue el instrumento de la represión judicial emprendida contra opositores políticos reales o supuestos, la mentira siempre tiene “patas cortas”, como es el proverbio popular que sentó sus reales en la humanidad desde tiempos remotos.
Soza es ahora el personaje central que desnuda toda la realidad que trata de esconderse con aquel juicio político represivo.
En documentos que envía al país desde su refugio en Brasil, a los que no se les quiere dar la legalidad correspondiente, porque eliminaría de cuajo la sustentación del juicio, pues por la función de confianza que desempeñaba, conocía todas las intimidades de lo que se hacía sólo por amedrentar o culpar de supuestos delitos a personas que eran incómodas para la tranquilidad de sus mandantes.
A través de esos documentos, así como por las declaraciones indagatorias que prestó ante los organismos y autoridades correspondientes para que el vecino país le conceda el refugio que legalmente se le otorgó, sostiene que en el Hotel Las Américas hubo ejecuciones. Que es falso que hubiera habido “una conspiración para matar al presidente Evo Morales”, que nunca encontró pruebas de que existieran preparativos terroristas y menos aún el secesionismo que se le imputa ofensivamente a Santa Cruz.
Pese a aclaraciones tan definitorias, se insiste en el juicio represivo, ni siquiera se produce un asomo de humanitarismo sobre las vejaciones de que es víctima el general retirado Gary Prado Salmón, a quien, no obstante por su edad avanzada y estar inválido, se lo lleva en camilla a las audiencias judiciales, en las que tiene que estar incluso auxiliado por recursos médicos.
Todo esto es de conocimiento público, pero hay gente que cumple desvergonzadamente aquel adagio que expresa: “Poderoso Señor es don Dinero”. Y otra que prefiere pasarla muy bien en reuniones sociales y hacer mutis sobre lo que se ve y oye en Bolivia.
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