Es público el informe de Resource Governance Institute que es taxativo al señalar: “Venezuela, Bolivia y Ecuador, los más corruptos de la región”, indicando además que en América Latina se vive un momento crítico y que “si un país combate correctamente las irregularidades, puede incrementar hasta 300% su producto interno bruto”.
Subraya -ese documento- que la corrupción se encuentra en “niveles críticos en América Latina, que está entre las regiones más afectadas del mundo por este mal”.
Varios expertos en asuntos de gobierno y administración pública me han comentado que la corrupción incide directamente en el Producto Interno Bruto; de manera que con bajos niveles de corrupción -o cero corrupción, de ser posible- mejorarían los sistemas estatales de salud, educación, atracción de inversionistas y se reducirían las desigualdades.
Naturalmente informes de tal peso deben afectar a decisiones corporativas de multinacionales o capitales externos para invertir en los países citados, en rubros como el de hidrocarburos, que es el principal que hay en esos países.
Recientemente el Estado boliviano promovió un seminario ejecutivo o presentación del país y sus oportunidades de negocios (un road show) en Nueva York con resultados que, muchos dicen, no serán ni buenos ni rápidos. Un prestigioso ex Superintendente de Hidrocarburos inclusive indicó que la presencia de un Jefe de Estado en este tipo de eventos especializados de búsqueda de inversiones “da una señal de extrema urgencia”.
Ese es el escenario complejo en el que debe moverse Venezuela, y Bolivia. A ello se tiene que sumar que Bolivia tiene problemas de financiamiento interno del sector hidrocarburos (hay un proyecto para que gobernaciones y municipios se conviertan en “financiadores” de proyectos de hidrocarburos utilizando parte de su Impuesto Directo a los Hidrocarburos presente y futuro); problemas de corrupción, como señalan organismos independientes internacionales y problemas para atracción de capitales para el sector más sensible que es la industria energética.
Ya será un año desde ese negro diciembre de 2014, cuando los precios internacionales del barril de petróleo sufrieron una caída poco menos que brutal de más de 100 USD/barril a menos de 42 USD/barril; lo que naturalmente afecta –como dijimos- a los ingresos por venta de gas y futuros proyectos de escala.
El huracán de la caída de precios de petróleo -que lógicamente afectó a Venezuela y Bolivia- va a continuar y perjudicará, en consecuencia, que haya capitales (en volumen importante) para tener una industria de gas como la de Qatar o Emiratos Árabes. No es exagerar, pero si Bolivia no piensa en grande, pues obviamente no habrá un crecimiento real; y ahora con estos problemas agregados, pues no habrá un crecimiento “en grande”, en este lustro.
El único que resultó ganador en esta ruleta geopolítica de precios del petróleo es Estados Unidos, por un lado (sus consumidores pagaron menos dólares por galón consumido; el país redujo importaciones y están en una frenética carrera para optimizar condiciones tecnológicas de mejora en procesos de exploración y explotación de shale oíl/gas); y Arabia Saudita que siguió produciendo el mismo volumen a menor precio, inclusive a costa de gastar sus reservas de dinero (que llegaron en su pico a casi 900 mil millones USD) para financiar su pesado Estado y moderno ejército.
Los grandes perdedores: Rusia, que no logró hegemonizar envíos de petróleo/gas a Europa y que tiene serios problemas de dinero y en este lado del Hemisferio: Venezuela y Bolivia, con “boquetes” financieros que son imposibles de disimular, obviamente en diferentes números y proporción.
A menos precios menos inversión en exploración y explotación; las compañías van a cuidar su dinero y van a mantener sus inversiones sin mucho riesgo; esa fórmula la aplican en el medio oriente y con mayor razón en países como Venezuela y Bolivia.
No hay economías “fuertes”, “blindadas” o “intocables” cuando se trata de la caída de precios de petróleo y siendo Bolivia país exportador de gas, era una obviedad que nos iría mal en el tema financiero.
Para tratar de motivar y estimular la exploración y explotación -para generar eventualmente mayores reservas de gas- Bolivia se metió -sin tener una nueva Ley de hidrocarburos- a pedir a las regiones (a los estados/departamentos productores) que inviertan en esas sus fórmulas de inversión y a pedir préstamos de China. Similar fórmula que Venezuela: ir a China -donde tienen billones de dólares de disponibilidad y prestarse con alto coste financiero- para tratar de pasar los “baches” generados por esta crisis internacional.
La Inversión Extranjera Directa (IED) para hidrocarburos en Bolivia disminuyó en 35% en el primer semestre del 2015 (informe Banco Central de Bolivia (BCB). Siguiendo ese mismo documento se establece que la inversión en comercio, electricidad y otros se contrajo 42%.
Toda América Latina se vio afectada por la caída de precios, la desaceleración de China y el crecimiento económico negativo de la región; pero a quienes más afectó son las economías dominadas por el petróleo (Venezuela) y el gas (Bolivia).
Habrá que gastar menos y pensar en un nuevo paradigma en negocios para el sector.
El autor es consultor del sector privado, sigue sus análisis en Twitter: @bguzqueda
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