Chile, con el despliegue de aproximadamente 5.500 efectivos militares, en la frontera con Bolivia, ha tratado de amedrentarnos e intimidarnos, en circunstancias en las que la demanda marítima gana terreno, en el marco de la justicia y la equidad, en La Haya. Hecho que llamó poderosamente la atención dentro y fuera del país.
“Estos son ejercicios militares regulares. Estos ejercicios militares se hacen cada año en esta época, no son ninguna novedad”, afirmó, sobre el particular, el canciller chileno Heraldo Muñoz (EL DIARIO, 3/11/2015).
Chile, desde que invadió territorio patrio, marcando las fronteras de la enemistad, del desencuentro y la suspicacia, no hizo otra cosa que renovar su arsenal bélico, destinando para ese propósito millonarios presupuestos, por temor o por preservar aquello que despojara a Bolivia, en 1879. Y posiblemente con esta actitud quiso infundir miedo a las naciones con quienes tiene cuentas pendientes. Lo hizo de manera reiterada en el pasado. Y también ahora.
“… en 1979 cuando Chile haga un despliegue militar deslumbrante para atraer las miradas del mundo, convirtiéndose en tutor de las naciones de la América Sur: ¡Qué terribles consecuencias tendrá para sus vecinos!”, puntualizó, hace 47 años, sobre la carrera armamentista chilena, el escritor peruano Luis Humberto Delgado. Véase su “Calvario del Perú y Bolivia”, publicado en 1968, página 63.
He ahí la preocupación de un intelectual comprometido con los supremos intereses de Bolivia y del Perú. Más adelante, ha señalado: “El Perú y Bolivia deben armarse y decretar la militarización general. Toda claudicación y todo renuncio a ese deber es capitular y rendirse sin combatir, la peor infamia y la peor cobardía de los hombres y las naciones. Arrebatemos a Chile su poderío militar en la América Sur como homenaje a los héroes peruanos y bolivianos de 1879. Que los pueblos atormentados de ayer sean los pueblos vindicados de hoy. Ese es el mejor tributo a su recuerdo inmortal”, acota, asimismo. Consúltese, si hubiera duda, las páginas 6 y 5 de la obra referida.
Y Chile, desoyendo las decisiones de organismos internacionales en relación con resguardar la paz mundial, continúa con su carrera armamentista, cuyos efectos se traducen en el plan “Huracán 2015”.
El cobre, extraído de las entrañas de Chuquicamata, región boliviana otrora, contribuyó, enormemente, a potenciar las fuerzas armadas chilenas. El agresor, por lo visto, aprovechó nuestros recursos mineralógicos, y habría que escribir con letras de molde estas palabras, para inyectar nuevos bríos a sus uniformados, cuyos antecesores invadieron nuestro Litoral, con el consiguiente enclaustramiento, que asfixia a la Patria fundada por el Libertador Bolívar.
“Chile es un pueblo pobre que no tiene mayores recursos que el cobre arrebatado a Bolivia. Con el cobre hace milagros para su defensa y para su rapiña. Cuando los chilenos no tengan el salitre del Perú y el cobre de Bolivia, las dos grandes riquezas que les arrebataron con la guerra, enloquecidos y hambrientos se lanzarán en busca de nuevas fuentes de prosperidad económica”, reitera Luis Humberto Delgado, en su señalado libro (Págs. 54 y 6).
En suma: la movilización militar chilena se reedita, hoy, en desmedro de la paz sudamericana.
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