18 de noviembre de 1841
El Gral. Agustín Gamarra, entonces presidente del Perú (segundo gobierno 1839 - 1841), inició una segunda intervención armada en los asuntos internos de Bolivia, que entonces se hallaba sumida en luchas intestinas, estaba obsesionado con la reunificación del Perú y Bolivia, o por lo menos, incorporar el departamento de La Paz al país vecino. Para justificar la invasión arguyó que los partidarios de Santa Cruz, que por entonces se hallaba en el Ecuador, andaban en trajines subversivos, por otro lado, los generales Velasco y Ballivián también se habían enfrascado en una férrea pugna por el poder, es entonces que Gamarra viendo propicia la ocasión para su intervención consigue que el Congreso de Estado de su país lo autorice para dar fin con los motines que se venían gestando en Bolivia y que pudieran ser futuras amenazas para el Perú.
El 2 de octubre de 1841 Gamarra cruza la frontera y ocupa el 15 de ese mes la ciudad de La Paz. El 3 de octubre, Ballivián intenta un arreglo diplomático con Gamarra, quien desoye sus proposiciones, iniciando de he-cho las hostilidades. Por consiguiente, Ballivián declara la patria en peligro, asume las funciones de Capitán General del ejército y determina a la localidad de Laja por cuartel general. El Gral. Velasco que contaba con importantes fuerzas (la caballería del sur), dejando por el momento a un lado sus intereses políticos, dejó sus tropas a disposición de Ballivián, quien en esos momentos tan dramáticos para el país, lanza una enérgica proclama al pueblo boliviano:
“El enemigo constante e implacable de Bolivia, el Gral. Gamarra, sorda a la voz de la razón y de la justicia; inconsecuente a los mismos principios que ha proclamado, y haciendo alarde de mala fe y perfidia, se ha introducido a marchas redobladas en nuestro suelo. . . Aparentando un hipócrita deseo de sostener mi causa, cuando sabe bien que el gobierno actual de Bolivia, no necesita ni ha exigido nunca el apoyo de bayonetas extran-jeras, se ha quitado la máscara con que has-ta aquí pudo encubrir sus malignas intenciones. . . Bolivianos todos: pido unidad en torno del gobierno, ayudemos a defender la patria y nuestros caros intereses, y estamos seguros de que el Gral. Gamarra encontrará su tumba en el suelo boliviano que tanto aborrece de corazón. . .”.
Gamarra haciendo gala de arrogancia, res-pondía así: “. . .el ejército peruano no es un postillón al que se le puede hacer regresar a cualquier hora y de cualquier punto. . .”.
Sometida la ciudad de La Paz a una serie de abusos y la resistencia que también ofrecía el vecindario, Gamarra traslada sus tropas a Viacha, Ballivián que tenía su ejército dispuesto en Sica Si-ca avanza también hacia el campo de Marte, Viacha, y en los campos de Ingavi se de-sarrolla una de las batallas más decisivas y que irán a de-finir la futura suerte de Bolivia.
Al amanecer del 18 de noviembre de 1841, se encontra-ban los ejércitos peruanos (más de 6.000 efectivos y bolivianos (más de 4.000) de frente, separados por una le-gua de distancia. Poco más de las 9 de la mañana se reali-zaron los primeros movimien-tos entre ambas fuerzas, en-tonces Gamarra lanza su ca-ballería hacia líneas bolivia-nas apoyado por el fuego de los cañones y la artillería. Por otro lado, el Gral. Ballivián ordena abrir fuego sobre las fuerzas invasoras y también acomete con la caballería que sobrepasa las líneas perua-nas, mientras que la infantería rodilla en tierra inicia fuego nutrido hacia el lado enemigo. La lucha es encarnizada, el estruendo de los fusiles y el estampido de los cañones es espantoso; se escuchan vo-ces de mando, suenan los cla-rines, aparecen las primeras bajas en ambos bandos.
Gamarra para evitar el des-bande de sus tropas se pone al frente, es cuando recibe dos tiros que le causan la muerte después de una breve agonía. La noticia de la caída de Gamarra se esparce rápi-damente causando descon-cierto entre los peruanos que concluye en una dispersión y derrota. El triunfo se alza so-bre las armas bolivianas, caen prisioneros el Gral. Ramón Castilla, el estado mayor peruano y algo más de 3.000 solda-dos. El campo de batalla está sembrado de muertos y heridos. Esta brillante victoria ob-tenida por Ballivián consolida definitivamente la independencia de Bolivia y su existencia como República soberana.
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