Si bien en la Conferencia de Cambio Climático de Tiquipaya los presidentes de Venezuela y del Ecuador apoyaron la demanda marítima de Bolivia y también el canciller cubano Bruno Rodríguez, los embajadores de los dos primeros países tuvieron que acudir a la Cancillería de Santiago para explicar por qué sus presidentes habían incursionado en un “tema bilateral”. Este llamado es, al mismo tiempo, una suerte de advertencia al resto de la comunidad latinoamericana para abstenerse de pronunciamientos similares.
En la visita oficial de la presidenta Michelle Bachelet y del canciller Heraldo Muñoz a Quito, el presidente Rafael Correa se desdijo de su respaldo a Bolivia y alegó que los medios habían malinterpretado su declaración. Lo cierto es que el cuadro en su conjunto no revela una posición sostenida.
Ángela Merkel y Francois Hollande, mandatarios alemán y francés, respectivamente, desearon por separado un diálogo entre Bolivia y Chile, pero, ¿hasta dónde son apoyos expresos y decididos a la causa boliviana? Bien vistos, son expresiones de uso diplomático, palabras de circunstancia y de mera cortesía internacional.
El tema marítimo en su actual contexto, hace rato que ha sido vinculado al referéndum por el Sí o por el No y la campaña por la fórmula Sí aprovecha cuanto puede. No se ha excluido, por supuesto, a Merkel ni a Hollande con el fin de explotar la credulidad del público, extrapolando un exitismo más perjudicial que favorable a la causa marítima, pero útil para dar alguna significación a la gira presidencial por Europa.
Si la primera ministra alemana es partidaria de que el Papa Francisco intervenga en el diferendo, el presidente Morales debía haberle tomado la palabra a fin de que sea ella quien pida la mediación. Vale mucho que un tercero pida y no uno por sí mismo. Entretanto, en Chile también se ha politizado la situación y sirve a los descontentos para hacer oposición a la coalición gobernante, enfatizando sus críticas a la diplomacia mapochina.
La neutralidad de los interlocutores europeos dio pie a Muñoz para revertir el caso, afirmando que ese llamado a diálogo se dirige a Bolivia. Insiste en que su despacho reclamó diálogo y relaciones sin condiciones, que no tuvieron eco. Chile propuso conversar, pero “sin condiciones”, reponiendo su postura de exclusión del tema marítimo. Bolivia jamás aceptará renunciar a tan vital desiderátum.
En el fondo resaltan dos aspectos: La estratagema presidencial de tener siempre al frente un contendor (esta vez Chile), cuanto más duro, mejor, sacando partido como héroe o como víctima. Si esto da réditos en lo interno, no es lo mejor en el tema crucial. Por otra parte, revela una premura, como si la solución pudiera surgir al ensalmo de los deseos, sabiendo la tozudez de la Moneda. Muchos lo han dicho, la continencia verbal y el tacto deberían ser la pauta a seguir.
De lo contrario se estimula el encono de la otra parte. Si el fallo definitivo de La Haya fuera favorable, necesariamente se tendrá que tratar y un ambiente enrarecido por anticipado no será el mejor. Imponen calma y prudencia la razón, la legalidad y justicia de la causa que nos asiste y que ha logrado ya la primera batalla ganada.
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