El ch’enko del crecimiento

Enrique Velazco

El debate sobre el crecimiento -con el doble aguinaldo de por medio- es cada vez menos claro; en lugar de disipar dudas, genera nuevas que se traducen en certezas para unos y en incertidumbre para otros. Como diría Roberto Laserna, el crecimiento está en (o es) un ch’enko que enreda a todos; además, alimenta convicciones -con y sin fundamento- que enfrentan a empleados, empleadores y Estado, y a autoempleados (y otros trabajadores que son parte del 80% de la población económicamente activa, pero que no “merece” aguinaldos) contra los que ellos consideran son los “manqa gastos” de la administración pública.

Recapitulemos. Desde 2007, el Gobierno ha posicionado la tasa de crecimiento del PIB como el indicador de éxito del Modelo Económico Social Comunitario y Productivo (Mescp). A su vez, la certeza de alto crecimiento indujo a los sectores laborales a pedir mayor participación en sus beneficios; en respuesta, el Gobierno estableció en 2013 el segundo aguinaldo como una medida redistributiva cuando el crecimiento del PIB sea mayor al 4,5% anual. En 2013 y 2014, las tasas de crecimiento fueron superiores al nivel establecido, avaladas también por datos del FMI, BM y Cepal.

En 2015, el Gobierno ha establecido que corresponde el pago del segundo aguinaldo usando como referencia el crecimiento del 5,23% medido por el INE entre julio 2014 y junio 2015. A diferencia de los años anteriores, los organismos internacionales estiman que el crecimiento del 2015 oscilará entre el 4% y el 4,4%, lo que significa que esperan menor crecimiento en el segundo semestre de 2015. La discrepancia entre los datos del Gobierno y las proyecciones del FMI, BM y Cepal, generó dudas sobre la tasa de crecimiento; también se cuestiona ahora su pertinencia como medida efectiva del nivel de actividad económica de los sectores o las regiones. Y, de hecho, son ahora muchos más los sectores que han rechazado el pago del segundo aguinaldo, o que critican la inequidad de su aplicación.

En este ambiente, las opiniones y los debates entre economistas están llenando espacios en los medios de comunicación pero, en general, se limitan a discutir las diferencias entre los modelos y las condiciones que rigen desde 2006, respecto al “período neoliberal” que le precedió. Aunque puede ser académicamente atractivo, el enfoque de ese debate no explica el origen del crecimiento, sus tendencias y, menos aún, sus implicaciones para los actores económicos y para los hogares.

Para la quienes no somos “iniciados” en economía, está pendiente una respuesta coherente a la pregunta del millón: ¿qué explica el crecimiento actual de la economía boliviana, cuál su sostenibilidad, y que significa este tipo de crecimiento para la gente?

Los datos del INE muestran cómo cada sector incide (aporta) al 5,23% de crecimiento que respalda el segundo aguinaldo en 2015. Si, como explica el Gobierno, el beneficio tiene como objetivo distribuir el mayor volumen de producción logrado en las unidades económicas, el crecimiento del PIB “a precios de mercado”, no es el indicador correcto ya que éste incluye impuestos directos e indirectos a la producción: los impuestos no aportan al volumen producido, solo aumentan el precio de los productos en el mercado.

Es decir, la economía a “precios básicos” ha crecido solo un 4,28% porque al total (5,23%) hay que restar los impuestos que inciden (aportan) 0,95%. Tampoco se debe incluir el aporte de la Administración Pública porque, por definición, no agrega valor a la economía (consume parte de los impuestos recaudados). Si al 4,28% del crecimiento del PIB a precios básicos se resta el aporte de la Administración Pública (0,69%), el crecimiento vinculado directamente a las actividades económicas “reales”, es del 3,59%.

Ya en julio pasado, la Fundación INASET ha mostrado en un “Ensayo para el Debate” que hay grandes diferencias de crecimiento entre las actividades económicas, así como diferencias muy significativas en comportamientos regionales de una misma actividad. Muestra, además, que los sectores que crecieron más del 4,5% entre 2013 y 2014, sólo aportan 20% al empleo (impuestos, administración pública, servicios financieros, cemento, construcción, refinerías y extractivos) mientras que las actividades que generan el 80% de los puestos de trabajo, han crecido por debajo de ese límite, y varías incluso se han contraído.

Hay muchos otros elementos que deberían motivar una más profunda reflexión. Por ejemplo, el sector financiero es uno de los de mayor crecimiento desde 2007; pero su crecimiento, en realidad, se resta al crecimiento de las otras actividades (a través de los Servicios Bancarios Imputados). O en relación a la distribución primaria del ingreso, desde el año 2000, sólo han crecido los impuestos, afectando de forma especial a la remuneración de los trabajadores; entonces, si se busca distribuir ¿cómo explicar que los auto-empleados formales no merecen ningún beneficio mientras los impuestos que ellos pagan se destinan al segundo aguinaldo de quienes no contribuyen a crear valor en la economía?

También cabe analizar las distorsiones al crecimiento cuando el sector extractivo (minería e hidrocarburos) no crece en volumen producido sino en precios. Así, en el reciente Seminario de Finbol en Tarija, se ha mostrado que, desde 2005, la economía real de Tarija ha crecido en menos de 1% anual, reflejando la baja capacidad de crear empleo fuera del sector público.

Lo preocupante de este somero análisis es que, si realmente queremos construir la economía para la gente que nos permita soñar con el vivir bien, la evidencia empírica parecería apuntar a que lo que está creciendo en la economía boliviana, es precisamente lo que menos debería crecer. Ojalá los economistas le puedan dedicar algo de su tiempo para aclarar este ch’enko.

El autor es investigador en desarrollo productivo.

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