El pintor de los claroscuros, de vida efímera pero turbulenta, olvidado y al final rehabilitado por su arte.
Miguel Ángel Merisi, llamado Caravaggio, debido, a su lugar de nacimiento, en la provincia de Bérgamo, fue la figura principal de la pintura italiana de su tiempo, nació según sus biógrafos en 1571, y según otros, el 28 de septiembre de 1573. Su padre, Fermo Merisi era arquitecto y le enseñó a dibujar desde pequeño. Fue así que Caravaggio da muestras de una precocidad asombrosa, a los once años, es admitido en el taller del pintor Simone Peterzano, que se encontraba en Milán, empeñándose su maestro en enseñarle su arte durante cuatro años. Luego abandona Milán para establecerse en Roma, la gran capital, a donde iba gente de todas partes y de todas las condiciones sociales: príncipes, eclesiásticos, peregrinos, artistas, pícaros y vagabundos. La vida es intensa en esa ciudad, Caravaggio se encuentra sólo, pobre, un desconocido y así acepta todo con tal de comer. Por entonces ya da muestras de su carácter turbulento, pendenciero, amante de los juegos de azar, dispuesto a todo.
Se emplea en la casa de Pandolfo Pucci, pero sus ocupaciones eran tan humillantes y la comida tan escasa que el joven decide salir de allí en busca de otros horizontes. Enferma de paludismo y es internado en el hospital de la Caridad, pero no llega a sanar completamente. La suerte no cambia para el joven artista, continua viviendo entre los pobres, compartiendo la escasa comida, frecuenta tabernas y tugurios, entabla escandalosas riñas, hasta que la suerte quiso que encontrase al cardenal Del Monte, un protector paciente y honrado, quien, habiendo tenido la intuición del talento del vivas muchacho, lo ayudó de manera eficaz. Por aquellos tiempos –entre los dieciséis y los dieciocho años de edad– Caravaggio pinta figuras de coetáneos suyos disfrazados de Baco, el dios del vino y la vida licenciosa, plasma en sus cuadros a jugadores de naipes y escenas callejeras, y cuando llegaba a faltarle modelos tomaba como tal a sí mismo, por muy amarillento que fuera por efecto de la fiebre. Y en derredor de esta figuras encontraba la manera de colocar cestos de frutas, jarras de agua, botellas de vino, plumas y flores. Un ejemplo emblemático de esta primera etapa creativa es el “El tañedor de laúd”, donde un joven de belleza feminoide y sensual comparte protagonismo con fru-tas, flores y una serie de obje-tos relacionados con la músi-ca.
Caravaggio, pendenciero como era, no olvidaba sus costumbres e iba gustoso a las tabernas para compartir con gente de mal vivir, encontraba en ellos y en esos lugares más vida, y más sinceridad que entre la gente ele- gante de su tiempo. Debido a sus repentinos cambios de temperamento, no resultaba fácil mantener trato con él. Echaba fácilmente mano de su espada por una palabra que él consideraba ofensiva. Entre 1600 y 1605 tuvo varios incidentes con la policía y la justicia. En 1604 para terminar su cuadro de la “Virgen de los peregrinos”, que se encuentra en la iglesia de San Agustín, se sirvió como modelo de una joven del pueblo a la que llevó a su taller, ubicado entonces en los “Otto Cantoni”, esto es, en los callejones que se encontraban detrás del mausoleo de Augusto. Un jo-ven llamado Mariano Pasqualone que había pedido la mano de la mu-chacha, cuyo nombre era Lena, sintió celos y armó tanto alboroto que originó un tremendo escándalo y una tarde en que el pretendiente iba de paseo en la plaza Navona fue enfrentado por Caravaggio y quedó tendido en el lugar, ensangrentado, habiendo sido herido con un hachazo, en consecuencia, Pasqualone fue a parar al hospital y Caravaggio huyó a Roma, refu-giándose en Génova. Tiempo después fue readmitido en Roma gracias a los buenos oficios del cardenal Del Monte; pero una noche del mes de mayo de 1606, a consecuencia de un asunto de juego, riñó con un tal Ranuccio de Térano y lo mató. En aquella situación su fuga de Roma fue precipitada. Durante un año vivió escondi-do en los alrededores de la ciudad, esperando poder regresar. Sentía que lejos de Roma no podría vivir, porque Roma era la ciudad que le convenía, donde podía explotar su arte pictórico, y puesto que el perdón no llegaba se traslada a Nápoles.
Allí encuentra trabajo, en la iglesia de Santo Domingo deja una “Flagelación” en el Monte de la Misericordia, “Las Siete obras”, por entonces un pintor holandés, Finsonius, le compra “La Virgen del Rosa-rio”, que se lleva a Amberes. Caravaggio es persistente y al poco tiempo sale de la ciudad, pero en este corto tiempo, apenas un año, llega a influir ampliamente entre los pintores jóvenes de Nápoles, España y en los Países Bajos con ese juego de lu-ces, tonos medios y sombras que han ca-racterizado sus cuadros. Ya es una maes-tro de fama, pero los críticos no aceptan sus modelos y métodos” ¿cómo aceptar que prostitutas y malvivientes representen a santos bíblicos e incluso a la misma Sa-grada Familia? Ángeles y bacos parecen muchachitos afeminados.
En 1608, el pintor se encuentra en Malta, trabajando para la catedral de “La Valletta”, donde deja dos cuadros, mientras pinta el retrato del gobernador Alof de Vignacourt, –obra que se encuentra en el museo del Louvre– y la “Degollación de San Juan Bautista”, es destinada a la catedral de Malta. Es recompensado con el título de caballero, pese al reconocimiento de su arte no deja de pensar en Roma. La nos-talgia y la sombra de la justicia lo atormen-tan en sus noches de soledad. Un nuevo hecho de sangre con un caballero de la orden gerosolimitana lo obliga a huir de la isla. Busca refugio en Siracusa donde deja algunos cua-dros; y en 1609 se traslada a Messina y de allí a Palermo.
Continua pintando pero se siente cansado, perse-guido como está desconfía de todos, los sicarios del caballero maltes están tras de él y siente que su vida corre peligro.
El 24 de octubre de 1609 llega a Nápoles desde Ro-ma, corre la noticia de que ha sido muerto; otros dicen que ha sido solamente marcado en la cara. Lo cierto era que los sicarios lo habían dado alcance y lo habían herido de mala manera.
Sus últimos Años fueron los más dolorosos, se en-cuentra prematuramente envejecido, al borde de la locura, huyendo siempre de la justicia. Sale también de Nápoles. Su aspiración es regresar a Ro-ma, demostrar a sus amigos y adversa-rios que aún puede pintar. Embarca pues a Génova, está bastante débil, le vuelve la fiebre palúdica; debido a ello desembarca en “Porto Ercole”, allí la policía lo confunde con otra persona y lo detiene, mientras es interrogado, la nave abandona el puerto llevándose todo los bienes del pintor, al salir de la policía Caravaggio se encuentra sólo y abandonado, sin su equipaje y sin medios. Allí, en la playa, en medio de la desesperación muere sin que nadie lo auxilie, el 18 de julio de 1610.
Luego de su muerte sus obras entran en el limbo, son ignoradas por más de dos-cientos años hasta que es rescatado del olvido y en el siglo XIX se produce la reha-bilitación del artista y se lo sitúa entre los pintores más influyentes de Europa. En 1922 en el Palacio de Pitti, en Florencia, se realiza la exposición de arte pictórico donde las obras de Caravaggio aparecen por primera vez y desde entonces su arte adquiere notoriedad y fama universal.
En cierta ocasión Caravaggio decía: “No soy un pintor valentón, como me llaman, pero si uno que vale. Esto es: que se pintar bien y retratar las cosas tal como son”.
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