II
Continuando con esta versión novelada de la historia boliviana en la última década, escrita por Diego Ayo Saucedo, rescataré algunos temas relevantes, lo cual por supuesto no es tarea fácil, dada la densidad de los mismos.
Una cosa queda clara, se trata de una novela que mezcla intriga política, con suspenso y con una pareja de enamorados que habiéndose conocido desde muchachos conviven, como miles de jóvenes, en la incertidumbre frente a una sociedad que parece cambiar, pero que, en el fondo, permanece virtualmente inalterada, viviendo tan solo una tremenda impostura; en las palabras de Daniel: “todo es discurso. Mientras en el exterior se tragan esa píldora, él y otra gente se enriquecen aquí, a metros de la miseria. Todo socialismo es pantalla y tú, Ricardo, lo sabes. Aunque haya mil feisbuqueros fanáticos que sigan insistiendo en que este es el camino, tú sabes que no es así”.
Los dos enamorados, Daniel y Lucía, viven cada cual su idealismo. Ella sirviendo lealmente al proceso de cambio, trabajando de cerca al más alto nivel gubernamental y él se ve obligado a migrar a España para realizar sus estudios de doctorado en ciencias políticas.
Las anécdotas abundan. Una de ellas el montaje de la denominada operación terrorismo, cuyo desenlace se realiza en el Hotel Las Américas. Lucía termina por aceptar que un grupo de cruceños de la elite local arma un esquema para tener una propia República, dividiendo al país. “Que se jodan, repetía más de un ideólogo del proceso de cambio”.
Con una breve pincelada que resume la historia del Departamento. “Ese fue un grupo producto de la migración interna. Si los abuelos hablaban aymara, los padres quechua, los hijos ya hablan castellano. Abuelos collas, padres camba-collas e hijos cambas”.
En otro ejemplo de las imposturas, Lucía habla con el Ministro sobre los candidatos para renovar el Poder Judicial. Él afirma: “no, igual no sé quién es quién. Casi nadie los conoce. Ni sus madres, pero ya está”. Pero son los que manda el Vice.
Definiendo la nueva burocracia: “es aquella que marca tarjeta puntualmente, pero el resto de tiempo se pasa en el chisme. Son acusetes profesionales. Los mejores chismólogos ascienden rápidamente”.
Recordando al comandante Chávez, “su política de dilapidar los ingresos del petróleo otorgando bonos a todos”. A su muerte: los medios de comunicación difundieron: “siempre contigo, mi comandante”.
El Vice es denominado como “el revolucionario del romance”, su matrimonio en Tiwanaku, para darle un significado del cambio. Diego escribe: “el hombre era un romántico. De los 20.000 libros leídos, seguramente unos 10.000 versaban sobre las artes del amor”.
Su definición de este político es: “ese autómata del poder, no se diferencia mucho de una máquina de lavar o de una secadora. Son objetos con propósitos firmes. Más de una vez se había negado la hombría de este destacado propagandista”.
El alegato sobre la batalla para construir una carretera por el medio del Tipnis, tiene un título sugestivo: “El verde bosque”, el cual no debería ser reemplazado por cocales.
El desenlace es de suspenso, revela la verdad de lo que al inicio de la obra parece el suicidio de Lucía, termina convirtiéndola en heroína, al matar al probable verdugo que lleva a Daniel a la Cumbre, para ajusticiarlo, por haberse convertido éste en un investigador que presenta pruebas de las falacias de todo el proceso de cambio. Pero al defender a su amado también muere.
Un final un tanto Shakesperiano, que destaca el amor impetuoso de dos jóvenes, culminando en tragedia al defender uno de ellos al ser amado, en un entorno altamente politizado y conflictivo, donde en la Cumbre, como lo máximo del poder, el que se entremezcla con la muerte.
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