La familia es fundamento y base de la humanidad, es sostén de la civilización y la cultura, es fuente de amor, caridad, unidad y concordia. La familia es esencial para la práctica de virtudes que se hacen valores y principios en la vida de los pueblos. La familia, es, finalmente, freno para los desenfrenos en que cae el ser humano mediante las confrontaciones, las guerras y todo lo que destruye la vida moral y material de la humanidad.
Hay que convenir, sin embargo, en que casi todos los gobiernos, aun teniendo conciencia de la importancia de la familia, contando con los poderes políticos, económicos y sociales, estudian y aprueban leyes que favorezcan los núcleos familiares, que se creen bases de concordia y armonía, de amor y paz entre las parejas y su extensión plena hacia los hijos.
Es la familia el mejor acto de creación de Dios que al crear al hombre y a la mujer lo hizo con el propósito de perpetuar la especie y que ésta esté provista de amor y misericordia, de unidad y armonía, de dotes que permitan consolidar los núcleos familiares y hagan que las virtudes sean práctica permanente; en otras palabras, Dios decidió que las familias sean extensión de su propio amor y grandeza.
Sin embargo, el ser humano, soberbio en grado extremo, cuando posee poder para decidir la vida de sus pueblos y tan sólo por ambiciones e intereses subalternos, permite el armamentismo y con él propugna la división entre los hombres y hace que una parte de ellos se convierta en el peor enemigo del mismo hombre; son las guerras las que se han encargado de dividir a la humanidad, de colocar a las diversas comunidades en posiciones antagónicas, contrarias y diferentes, de confrontarlas y dividirlas de modo que ellas mismas se sojuzgan y subalternizan porque con la división y la discordia pierden los sentimientos que hacen digna la vida de los hombres y sus pueblos.
La familia, por ser pilar de sustentación de la humanidad, merece no sólo apoyo y consideración, protección y amor de gobernantes y de quienes poseen cualquier poder moral o material. La familia no puede ni debe ser campo del desquiciamiento, la desunión o la confrontación; debe ser núcleo de unidad y armonía, centro de diálogo y concertación, equilibrio para la equidad y la ecuanimidad.
Hay que convenir, sin embargo, en que la familia siempre está expuesta a grandes peligros que amenazan su fortaleza y buscan desmembrarla; es punto vulnerable para quienes, en el mismo conjunto familiar, asumen posiciones dictatoriales o machistas, actitudes cobardes en hombres que se creen superiores a las mujeres cuando saben, en conciencia, que siempre son inferiores porque si no practican el respeto, la consideración y sentimientos de ternura y comprensión hacia las mujeres, no merecen considerarse hombres y menos esposos, padres, novios o enamorados, condiciones que justifican y dignifican la condición humana.
La familia, en los fundamentos de cualquier convicción religiosa es la base de la convivencia y amor humanos y debe ser protegida y honrada no sólo mediante disposiciones legales que la aseguren y fortalezcan sino que impliquen la obligación de hacerla base de sentimientos para la existencia entre todos los seres humanos y, además, para que las posiciones político-partidistas actúen conforme a normas y principios constitucionales, legales y morales.
En la vida de los pueblos, la organización familiar es básica para la conformación de los poderes; es, sobre todo, centro y ejemplo para la búsqueda y encuentro de mejores condiciones de vida; es, fundamentalmente, centro formativo de virtudes como práctica de los niños y, consecuentes con ello, fortalezcan sus espíritus y adquieran valores y principios para ser aplicados en su vida.
El pensamiento y sentimiento de familia da lugar a tener convicción de que quienes gobiernan a los diferentes Estados del planeta, lo hagan convencidos de que sin valores y principios, todo es deleznable, transitorio y efímero. Todo avance de la humanidad sea en la cultura, las ciencias, las artes, la tecnología debe estar impregnado de los principios de amor y servicio que emanan de los núcleos familiares; sólo así, los pueblos estarán predispuestos y fortalecidos para rechazar lo que daña al ser humano y obstaculiza la práctica de bienes que determinan mejores condiciones de vida. La familia es, finalmente, la que rechaza la violencia y todas las inclinaciones que hacen desbordar pasiones malsanas de entidades y hombres que buscan tener hegemonía sobre todos. La familia es salvaguarda del bien y digna seguidora de la voluntad de Dios que quiere el bien de sus hijos.
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