Con las elecciones generales en la Argentina y con las próximas que se realizarán en Venezuela, es innegable que habrá un retorno cierto al sistema democrático, pese a que, en la actualidad, ambos regímenes que dirigen la vida de esos países han sido elegidos mediante el voto, pero cuyos comportamientos han sido negativos para sus pueblos y para la vigencia de la democracia.
La Argentina, conforme muestra el comportamiento de los opositores al Gobierno y de acuerdo con los resultados logrados por la actual administración en el manejo de la economía, es un país que añora, desde hace tiempo, la vigencia del orden, de la transparencia y de la responsabilidad, puesto que consta a su pueblo y a los propios países del continente que la “etapa del Kirchnerismo” no ha sido favorable a la nación de San Martín.
El caso venezolano es más que patético desde tiempos del señor Hugo Chávez y cuya herencia negativa la sigue practicando el actual mandatario con los resultados que sufre esa nación, no obstante el ingreso de muchos millones de dólares a sus arcas, pero que, según el largo muestrario de fracasos, no alcanzan para lograr que se pueda vencer a una gran inflación. Lo más grave es la destrucción de su economía, hasta el extremo de que todo hay que importarlo y en cantidades reducidas, en un país donde hasta lo más elemental, como el papel higiénico, debe ser importado. Un país en el que, pese a estar en la órbita de las democracias latinoamericanas, sufre la tiranía de quien, en nombre de un socialismo de extrema izquierda, infiere los sufrimientos más grandes a su pueblo.
El retorno cierto de la democracia con la designación mediante el voto de nuevos mandatarios y los consiguientes cambios que ello determine en las cúpulas gubernativas, podrá vislumbrar no sólo retorno a la libertad en todas sus expresiones y vivencias sino a superar un estado económico caótico que, como nunca, ha destruido la economía de ambos países. Ambos, lamentablemente, sufren los embates de la corrupción, la ineficiencia, las políticas del “dejar hacer y dejar pasar” y, lo más grave, los embates del narcotráfico que pretende hacer del continente una especie de feudo que esté bajo el dominio de los cárteles de las drogas.
Tanto Argentina -que celebró hace poco una segunda vuelta para elegir al nuevo mandatario- y Venezuela con las próximas elecciones, darán un nuevo espaldarazo a la democracia y podrían sentar las bases de una vigencia cierta del sistema democrático. Lo ocurrido hasta ahora ha dejado indemnes a sus pueblos que, contrarios a los golpes de Estado, han vivido resignados a la vigencia de gobiernos contrarios al bien común, tan solo porque están plenamente respaldados por sus fuerzas armadas que, según parece, han olvidado totalmente su primigenia obligación de velar por la seguridad, bienestar y tranquilidad de sus pueblos.
Con el triunfo cierto de la democracia, hay la esperanza en el continente de que pericliten, finalmente, los regímenes de tintes socialistas de extremas posiciones, cuya misión parece ser inferir dolor al pueblo.
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