Creadores de luz
Desde los tiempos prehistóricos la piedra ha sido una referencia del avance y el desarrollo de la especie humana, pues el hombre que vivió aquellos remotos días dedicó su sentimiento a reverenciar la piedra; culto que se manifestó exteriorizando profundas creencias que alcanzaron devoción y recóndito respeto a las imágenes pétreas, simbología de civilizaciones que aún conservan una creencia dogmática a ella concedida.
Nuestros antepasados también adoraron las piedras, aquellas que dieron forma y referencia humana en la región de “Tiaguanaco”, donde los monolitos no son otra cosa que hombres, mujeres, niños, animales y hasta seres desconocidos que aún son admirados, al extremo de haber despertado en multitudes una conservada veneración y creencia respetada por tratarse de símbolos que van más allá de lo tangible, motivo por el cual se llega a cierto reconocimiento del culto entregado a distintas imágenes conservadas en países del mundo.
Lo dicho es una deducción de la exposición pictórica que presenta en el Círculo de la Unión el artista cochabambino Gonzalo Ribero, cuya sensibilidad en al arte lo conduce a escenarios de ensueños, porque la muestra de referencia lleva el nombre de “Picapedrero de sueños”, nada más acertado si consideramos el valor de las piedras, desde cuyas formas y colores nace la inspiración en medio del silencio que da paso a un diálogo mudo con el creador de obras de arte, llegando a manifestar desde la tonalidad de los cuadros la eternidad de la vida, en una persistencia visual que hace posible comprender el mensaje de la piedra y el estremecimiento del pintor, porque Ribero ya nos entregó en pasadas exposiciones, el valor que encierran los objetos líticos y, ahora, con un giro a sus pinceles, su talento comienza a picar la piedra para darle atractivas formas que nos llenan de encanto, como en “Desprendimiento” la obra más comentada y admirada en la exhibición de referencia.
Nuestra mirada repasa el ayer, ese ayer que cultivaron por siglos quienes comprendieron el valor de la naturaleza, la riqueza en las entrañas de la tierra y las formas deslumbrantes de las piedras. En estos cuadros, hoy exhibidos, aparecen Waka, Tunupa, Uku Pacha, Sumaj Wirakocha Inka, entre otros más cercanos a los tiempos que vivimos: Escala, Metamorfosis, Reverencia, Meciéndote eternamente; en fin, muchos nombres, por demás sugestivos, que nos detienen a contemplar la obra y penetrar en los recursos específicos de Ribero para llegar a las referencias técnicas que guiaron su pulso orientado por claras ideas. Por cierto que también hay otras obras que tienen especial atractivo, sea por el significado de su contenido, como por la maestría con que fueron creadas. Lo más destacable es el colorido que dio el artista a cada uno de sus cuadros, lo cual hace posible una mejor comprensión de las pinturas, pues cada tono impone solemnidad al silencio pétreo y, al mismo tiempo, posibilita comprender la “voz” de la piedra, desde el misterio de su grandeza, puesto que fue elegida como referencia de las distintas civilizaciones de la humanidad.
Las imágenes en exhibición también revelan la continuidad de un estilo tan personal en el arte de este maestro, que nos permite abarcar un horizonte más amplio al que observamos enfrente y que se produce por la armonía cromática y los espacios que dan lugar al reiterado silencio; pausa, meditación y, en fin, lo que el arte es capaz de mostrar.
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