Las relaciones de nuestro país con la China Popular han alcanzado contornos muy grandes en los últimos años, tanto por el apoyo que brinda al Gobierno como por las expresiones de sus representantes en sentido de estar dispuestos a cooperar en todo lo que sea preciso. Hay importancia muy grande en el trabajo que realizan, especialmente de varias empresas chinas en infraestructura caminera; los préstamos concedidos al país son importantes y se ha llegado últimamente a comprometer la suma de 7.400 millones de dólares que, según el Gobierno, servirán para “obras de infraestructura” que aún no han sido definidas.
China es el primer exportador a nivel mundial y, consecuentemente, se ha convertido en la segunda potencia económica. Con agresividad que sorprende cada día más con sus políticas competitivas y agresivas por las condiciones que da a su producción y que la hace aceptable, especialmente para el mundo pobre y subdesarrollado, añadió en los últimos tiempos una devaluación a su moneda que le permitió mayor crecimiento hasta el punto que ofreció a los compradores descuentos del 5%.
China, debido a su competitividad por la gran producción que tiene con su tecnología de punta, su mano de obra barata, una política que garantiza inversiones y exportaciones y una legislación medioambiental muy apropiada, prácticamente no encuentra competidor y es así cómo, en Bolivia, coloca y vende 4.100 productos y logra una enorme balanza comercial a su favor. En cambio, ¿cuánto nos compra? Exactamente 53 productos y en mínima cantidad.
China se ha esmerado en los últimos tiempos para fabricar productos de buena calidad y ello le ha permitido incursionar en los mercados europeos y de Estados Unidos y Canadá; pero no ocurre así con los países del Tercer Mundo, a los que vende mercadería ordinaria y, si bien es barata, por su poca calidad, tiene corta duración y el comprador se ve obligado a reponer con nuevas compras. Esta situación es injusta desde todo punto de vista porque, por principio, China debería guardar a Bolivia las consideraciones que tiene que tener con todos sus clientes. Está muy bien que produzca mercadería barata; pero ella puede destinarla a países que reciben donación o ayuda del gran país asiático. Exportarlos aun sabiendo que por su mala calidad tendrán efímera duración, no es justo porque es una especie de atentado contra el comprador que confía y cree en el producto que adquiere.
China, si realmente quiere cooperar con Bolivia, debería propender a tener una balanza comercial más cordial, más justa, más acorde con políticas que, se dice, son de cooperación y entendimiento. La diferencia comercial es muy grande y, por grande que sea China, debe actuar con la reciprocidad que merecen todos los países.
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