Con el propósito de mantener, en un futuro venidero, cordiales relaciones diplomáticas entre la Argentina y Chile, que signifiquen tolerancia, entendimiento y cooperación, el nuevo dignatario argentino, Mauricio Macri, se ha entrevistado con la presidenta chilena Michelle Bachelet, a inicios del mes en curso.
Macri, en este marco, se ha declarado un “admirador del pueblo chileno, por los avances que va teniendo en las últimas décadas” (EL DIARIO, 5/12/2015).
El argentino, con esta actitud política, ha pretendido granjearse la simpatía tanto del pueblo chileno como del gobierno que preside Bachelet, en particular, con fines de mayor aproximación bilateral, durante el tiempo de su gestión gubernamental. Posiblemente haya logrado su objetivo, debido que Chile, con desesperación, busca aliados en la región.
Tal afirmación surgió cuando se entrevistó, en la Moneda, con la dignataria chilena Michelle Bachelet.
“Apostamos a que dos pueblos hermanos encuentren una solución a este conflicto. Insisto en que tiene que haber vías de llegar a un acuerdo”, señaló, respondiendo a los requerimientos periodísticos sobre la demanda marítima boliviana, que cursa en estrados de la justicia internacional.
Con esas palabras Macri se limitó a comentar el centenario conflicto que distancia a dos países que comparten una frontera común. Sus declaraciones, por lo visto, fueron muy superficiales. Posiblemente no quiso lastimar, con mayores detalles, la sensibilidad del Gobierno anfitrión.
Lo cierto es que con esas aseveraciones anodinas ha concedido, con mucha sutileza, su respaldo a Chile, en el asunto marítimo, cuyos resultados preliminares favorables a Bolivia en La Haya, crisparon el clima político en aquel país. Asimismo ha dado a entender, al decir “que tiene que haber vías de llegar a un acuerdo”, su interés por el diálogo boliviano – chileno, cosa que aún no está en agenda. En consecuencia Macri se muestra más amigo de Chile.
Sin embargo la verdad histórica se impone. Chile tendrá que informar, a la comunidad latinoamericana y del mundo, que ocupó el territorio costero boliviano con fines de apropiación indebida de sus recursos naturales, renovables y no renovables. La explotación de éstos ha contribuido enormemente a labrar la prosperidad económica de Chile.
EL DIARIO en su nota editorial de fecha 2 de diciembre del año en curso ofrece, a propósito, un dato muy interesante. Pues, dice: Chile, “cómo podrá explicar que también a Perú le arrebató una parte de su territorio y menos justificar que las tropas chilenas ocuparon Lima durante dos años. El mayor testimonio que Perú tiene al respecto es que sus invasores se llevaron los leones que formaban parte de las reliquias urbanísticas que tenía Lima y que hoy se hallan en la Plaza de Armas de Santiago, la capital de Chile”.
Así se escribe la verdad histórica que jamás será tergiversada y menos borrada por intereses creados. Esta realidad debe ser transmitida a las futuras generaciones para que sigan luchando en las jornadas de reivindicación marítima.
En suma: nos honramos en decir que el primer presidente de la Argentina fue un boliviano.
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