Brasil

Talleres textiles son centros de explotación laboral



Los talleres textileros en Brasil funcionan, en muchos casos, como centros de explotación laboral para ciudadanos bolivianos.

Milena Santos, nombre ficticio, junto con tres miembros de su familia, fueron captados por una mujer alteña quien tiene el objetivo de recabar trabajadores para el rubro textil, ofreciéndoles todo tipo de promesas, como sueldos elevados, trabajo, comida, estadía y la posibilidad de ahorrar dinero en Brasil, sin embargo, al llegar al vecino país sólo consiguen ser explotados.

Los requisitos que los captadores piden a quienes buscan una fuente de empleo más favorable en otro país es que ellos deban portar su cédula de identidad y disponibilidad de trabajar y si las familias están con sus hijos, ellos también son aceptados porque al final serán mano de obra sin sueldo.

Una de las hijas de la familia tratante es quien llega, sobre todo cada fin de año, a su domicilio ubicado en El Alto con la finalidad de colocar anuncios por internet o avisos en las casas de empleo para poder captar a las personas más necesitadas para que acepten viajar con el riesgo de ser explotados laboral o sexualmente.

La captación de trabajadores textileros para el Brasil se da con personas de ambos sexos y de diferentes edades, con preferencia menores de edad, con la finalidad de que ellos se mantengan sometidos e indefensos a poder hacer conocer alguna denuncia en contra de esta familia que vive en una de las zonas de Sao Paulo.

En una ocasión, 14 personas que corresponden a cinco familias y dos personas provenientes del área rural de Pucarani fueron las víctimas de haber sido trasladadas hasta Brasil, en un transporte público, que logra ser contratado para dicho ilícito.

DENUNCIA

La odisea vivida por una de las cuatro familias se inicia desde el momento en que ellos entregan sus cédulas de identidad y aceptan que la tratante pague los pasajes del primer bus de El Alto hasta Santa Cruz, lugar donde deben esperar instrucciones por 24 horas o más.

Posteriormente, otra segunda flota es la que realiza un segundo viaje a la población de Quijarro, una de las localidades que se convierte en el punto de operaciones de los cómplices de la trata de personas, porque logran contratar una tercera flota y exigen el llenado de diferentes registros de los cuales ninguno llega a migración de la frontera con el Brasil y menos a los registros policiales de ambos países.

“Todo el viaje es planificado, ellos no sólo tienen contratadas las flotas sino que ya tienen definido a que hotel llegar antes de ingresar en la frontera y con quien debemos hablar sin que ninguna de las 14 personas podamos comunicarnos por teléfono con nuestras familias y menos tratar de hablar con personas desconocidas, ellos nos enseñan incluso que decir si alguien nos pregunta a donde nos dirigimos”, recuerda una segunda víctima de la trata de personas destinada a talleres de las textileras en el Brasil.

Pasando la frontera, el bus se estaciona en uno de los barrios, donde dos vehículo particulares aguardan, para trasladar a las 14 personas hasta la vivienda de la familia boliviana, donde se encuentran los talleres y donde los trabajadores ocuparán las payasas o colchones en el suelo para descansar algunas horas antes de completar una jornada de 14 a 16 horas impagos.

Al mes, las víctimas del delito de trata de personas tienen derecho a una llamada para comunicarse con sus familias, con la consigna de que no deben llorar y menos dar a conocer ninguna denuncia, caso contrario pierden el derecho de comunicarse y pueden ser objetos a otros tratos inhumanos o delitos como la violación a los menores.

“La casa es un tugurio, está construida de manera improvisada y existen pasillos en el sótano, donde los bolivianos duermen y deben acomodar sus cosas para trabajar en los talleres de la misma casa”, explica Julián, un tercer afectado por la trata de personas desde El Alto al Brasil.

 
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