Daniel Herrera
Haciendo eco a Joseph Goebbels, el maestro de la propaganda política nazi, quien decía: “miente, miente que algo queda”, los políticos vienen mintiendo con bastante normalidad. No obstante, fue bueno escuchar al recientemente elegido presidente de Argentina Mauricio Macri, quien decía: “prometo decir la verdad”.
En tanto, muy a menudo mentimos, ya sea en la casa o en el trabajo, cuando nos relacionamos con la gente vamos realizando esta conducta negativa, ya sea como pretexto o por necesidad, o ya simplemente se halla impregnada en nuestra cultura cotidiana.
La mentira afecta a nuestros valores como individuos en la sociedad y fallamos a nuestra familia, por supuesto a la integridad social. La mentira nos vuelve tan comunes y en seres tan corrientes, afectando a nuestra vida y futuro como sociedad.
Hace algunos años, iba dirigiéndome a la universidad Upal en la ciudad de Cochabamba, caminaba por la avenida América, cuando de pronto escuché la conversación de un individuo que sin sonrojarse siquiera contestaba su teléfono celular diciendo que estaba en la ciudad de Sucre, esto causó un shock a mi atención. Aunque ahora comúnmente se escucha decir que estando en un lado dices que estás en otro. Las mentiras, por muy pequeñas que sean, ya han formado parte de nuestra cultura popular. Una vez, mi madre decía refiriéndose a mí: “mi hijo puede ser lo que sea, pero él no miente”. Trato de no mentir, procurando no caer en esta trampa; aunque pensándolo mejor, a veces o muchas veces mentimos sin querer o sin darnos cuenta.
El marketing miente para vender sus productos y, de alguna manera, en el amor comúnmente se dice mentiras para salvar situaciones o mantener el control sobre la pareja. Ni qué decir cuando los políticos mienten de sobremanera, es su publicidad efectiva.
Por no quedar mal, por eludir alguna responsabilidad, lo cierto es que mantenemos una posición incorrecta ante la verdad. En la Biblia se lee: “¡La verdad os hará libres!”. Al Vicepresidente del Estado, en la conmemoración del aniversario del departamento de Potosí, le oí decir: “Pido disculpas al pueblo potosino, pero no pido disculpas a algunos dirigentes cívicos que han mentido...”.
El gobierno de Evo Morales miente permanentemente y nosotros, ciudadanas y ciudadanos de a pie, se lo hemos permitido. Vemos a personajes que hacen como si fueran de izquierda, cuando no lo son y ni siquiera saben qué es ser revolucionario de verdad; en realidad son meros seres circunstanciales que en su vida jamás se propusieron lograr un puesto que sea producto de su esmero y no conocen el principio de servicio a la sociedad.
Recuperar la sabiduría de la verdad podría hacernos más felices, conviene a nuestras aspiraciones de ser felices; la verdad sobre todo nos hará libres y así podremos avanzar como especie en la vida humana, que tenemos la oportunidad de vivirla.
El autor es mentor de NACE.
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