Punto aparte
La Navidad por su origen y trascendencia induce a celebrarla como la fiesta de la paz y la armonía social. El advenimiento de Jesús, como hijo de Dios, tuvo esencialmente estas elevadas motivaciones. Los seres humanos necesitan estos ingredientes para gozar de una convivencia sana y fructífera.
La vida en sí misma no es fácil, por múltiples razones que todos las experimentamos. Pero la contraparte, para que tenga un mejor contenido, es justamente procur vivir en paz en la familia, en el trabajo y en todo cuanto tiene que ver con la convivencia social.
Entonces, esto tiene que ver con el comportamiento individual. Los mayores responsables para que sea positivo y tenga el reconocimiento público, son los padres de familia. No siempre es necesario abrumar al niño con recomendaciones y exigencias, sino darle simplemente el ejemplo de cómo se trata la pareja.
Desde los tres años de edad tiene la capacidad excepcional de saber comprender la vida de su entorno. Cuando los padres recíprocamente se conceden un buen trato, el niño o niña captan muy bien las señales que reciben de ello. El resultado se traducirá para éstos en grato e incluso feliz, aunque en el hogar existan limitaciones económicas.
Cuando la relación de la pareja, en cambio, es de tensiones, riñas y hasta de agresiones, los hijos serán las mayores víctimas de tales circunstancias.
Íntimamente, incluso sin proponérselo, acumularán en su carácter y espíritu una innata predisposición a considerar que estas conductas son las que tienen que asimilar para su comportamiento dentro del hogar e igualmente en la relación que tengan con el vecindario, los compañeros de estudios y de trabajo. En última instancia, en su convivencia con los demás.
La modernidad, contra todo lo que puede esperarse, tiene un lastre social que influye en la formación de las sociedades actuales. El cine, la televisión y otros medios visibles realizan demostraciones negativas para inducir ante la vida humana en paz y armonía. La tendencia que se impone es la violencia en el lenguaje, en las acciones comunes y, por último, en el ambiente social.
La Navidad es una oportunidad propicia para incidir en esta temática, nada grata, por supuesto, pero indispensable. No todo tiene que exteriorizarse en lo material, sino también en lo espiritual. Al tratarse de un acontecimiento religioso, a la celebración del acontecimiento magno de la humanidad hay que conferirle su característica original. Más todavía, recuperar sus esencias no sólo para estas próximas 24 horas, sino para enmendar errores pasados y tornarlos hacia el futuro en expresiones de amor, solidaridad y respeto en cuanto ámbito quepa intervenir.
Así, se tendrá una sociedad más pacífica y socialmente amistosa, respetuosa y justa. Este puede ser el mejor regalo de la Navidad de 2015 para el porvenir.
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