Clepsidra
Como si de la teoría de la perversidad se tratara, a los pocos días de clausurarse la Cumbre de París 2015, donde después de casi una veintena de arreglos climáticos, los 195 países asistentes, incluyendo a las grandes potencias, llegaron al acuerdo de reducir los gases de efecto invernadero que generan el calentamiento global, los bolivianos pareciéramos ofrendar como tributo a ese histórico evento, la agonía del segundo lago más grande de nuestro país, tras diez años de una muerte anunciada, donde poco o nada se hizo por sanarlo y menos por reavivarlo.
Son conocidas las causas de esta hecatombe, que resulta tarde y ocioso citarlas o analizarlas, empero, es bueno destacar que éstas fueron advertidas hace más de doce años y consistían en reducir la sangría de los ríos Desaguadero y Mauri y mitigar el impacto ambiental que estaban ocasionando los derrames de minas, como es el caso de Huanuni, que hasta la fecha no cuenta con un dique de colas. Para atenuar el daño, la Comunidad Europea donó 14 millones de euros, los cuales desaparecieron con más rapidez que las aguas del lago.
Una suerte similar a la corrida por nuestro lago Poopó es la del Mar de Aral en Rusia, llamado así porque alguna vez fue el cuarto lago más grande del mundo, hasta que en 1959 la Unión Soviética, en su afán de desarrollar cultivos de regadío en el desierto de Asia Central y convertirse en uno de los principales productores de algodón del mundo, decidió desviar parte de las aguas de los dos afluentes más grandes del lago, el Amu Daria en el sur y el Sir Daria en el noreste, ocasionando su muerte.
Al margen de los enormes daños ambientales, económicos y sociales causados por esta desecación, es injusto no referirse a la calamidad histórica que ésta simboliza, ya que el lago Poopó atrajo la visita de varios científicos extranjeros, como es el caso de Percy Harrison Fawset, que por encargo de la Real Sociedad Geográfica de Londres llegó a La Paz en 1907, así como el investigador británico, geógrafo y cartógrafo Jim Allen que en su libro “Atlántida: La Solución Andina”, sostiene que la Atlántida se encontraba en el Altiplano Boliviano y que fue construida alrededor de una isla volcánica que se hundió en el mar interior del lago Poopó. Es una fascinante conclusión basada en sus amplias investigaciones que, sumadas a los recientes descubrimientos de restos de coca en algunas momias de Egipto, refuerzan la idea de la existencia de antiguos vínculos entre Sudamérica y esa civilización.
Mito o leyenda, ciertas o inciertas, estas teorías revelan una inevitable importancia de ese lago, ahora convertido en un desierto que, visto desde el lado positivo de la tragedia, podría “convertirse” en una espléndida pista para el Dakar, que tanta satisfacción depara a nuestros gobernantes, quizás mayor que esas ficciones científicas que, al morir el Poopó, mueran también junto a la Atlántida.
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