Buscando la verdad
Para muchos la Navidad es sinónimo de felicidad por los regalos que esperan recibir, mientras que para otros, de angustia, al no poder darlos. La cena de Nochebuena implica alegría para unos y un dolor para otros cuando sus seres queridos ya no están a su lado.
La Navidad para casi todos los niños es gozo -mentirilla de por medio, con un Papá Noel inventado- siendo que los regalos los compran los padres ¡cuántas veces queriendo suplir el amor, el cariño, el tiempo y hasta el buen ejemplo, que no les dan durante el año!
Millones de personas festejan el nacimiento del “Niño Dios” cada 25 de diciembre y lo hacen por mera tradición, a costa del afán que deriva de las necesidades económicas que aparecen al efecto arrastrando -inclusive- a muchos que dicen ser cristianos.
Más allá de que la fecha de la venida de Jesús al mundo nunca pudo darse en diciembre -como ha sido estudiado- ¿se ha puesto a pensar que esta conmemoración es una suerte de cumpleaños donde muchos no conocen al cumpleañero y, de ser así, no lo aman -como escrito está- que Jesús nos amó? ¿Que ese día más de un niño llorará o renegará por el regalo que no le gustó, que se arruinó o que no recibió? ¿Y que el dar o recibir presentes en Navidad no cambiará en mucho la situación de nadie? ¿Cuántas veces en ese preciso día se producirán peleas familiares? Finalmente ¿en qué ayudará la Navidad a quienes se acostarán con hambre mientras otros disfrutan de una alegría fugaz?
De la vida de Jesús lo principal no fue su nacimiento ni su muerte, sino más bien su resurrección. Todos nacemos y partiremos, pero luego de la muerte vendrá otra vida en luz u oscuridad, en gloria o tormento, por la eternidad.
A sus 33 años Cristo Jesús se dio en sacrificio para que por su cuerpo llagado fuéramos nosotros sanados; se hizo pobre para que seamos ricos y ayudemos al necesitado; pese a que nunca pecó, se hizo maldito en la cruz por nuestras faltas para librarnos de la ira venidera y antes de partir, no dijo que celebremos su cumpleaños sino que nos amemos unos a otros, como Él nos había amado.
Ojalá que en esta Navidad recibamos del Espíritu Santo revelación sobre dos versículos fundamentales -“…de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16)- y “…el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?” (1 Juan 3:16-17). ¡Un abrazo y Feliz Navidad!
El autor es Pastor y Anciano en el Centro Cristiano Evangélico “Casa de Oración”
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